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¡Nadie sabe dónde está Alesia!

 

Año 52 a.C., Alesia. Sin duda este fue un momento clímax dentro de nuestra historia, cambiando por completo la evolución cultural de Europa. Y sin embargo, muchos siguen sin saber dónde está Alesia, si descartamos a los galos de cierta aldea, cuya ignorancia es puramente intencionada. Pero para nuestros lectores, vamos a recordar un poco esta batalla sobradamente conocida, ante todo para refrescar algunas cifras y datos que siguen siendo impresionantes más de dos mil años después.

 

No contéis con Abraracúrcix para una visita guiada por Alesia. Viñeta de la edición francesa de "El escudo arverno", 1968 (imagen de https://www.francetvinfo.fr/pictures/ZigD2RE3zop6YauDWoqWhvpKVtI/fit-in/720x/2019/04/12/alesia_1.png)

Antecedentes

Para llegar hasta Alesia el lector debe entender que los romanos guardaban una larga relación de hostilidades y escasas alianzas con las distintas tribus galas. Realmente los romanos no se atrevieron contra los galos más allá de los Alpes hasta los años 122-121 a.C., con las campañas de los cónsules Cneo Domicio Enobarbo y Quinto Fabio Máximo, gracias a la cual la colonia griega de Masalia (Marsella) pasó a ser “federada” de Roma y se creó la provincia de Galia Transalpina (futura Narbonense). En esta ocasión fueron derrotados los galos alóbroges y arvernos (al mando del rey Bituito) en el río Ródano, con unas cifras de muertos que hacen sospechar al investigador: o bien Enobarbo y Máximo eran superhombres y genios de la estrategia con miles de T-800 a su servicio, o bien muchos autores exageraron con descarado interés unas cifras de batalla que servirían para resarcir el herido orgullo romano de derrotas pasadas. Y si no, juzguen ustedes: las fuentes varían entre los 120.000-200.000 galos muertos frente a 15 romanos. No hace falta ser Cicerón para saber que algo huele mal.

¿Cómo terminó César en las Galias y no en otra parte del imperio de la República? Básicamente porque, al terminar su consulado[1], a César se le concedió en el 58 a.C. el gobierno de las provincias Transalpina e Iliria para un mandato de cinco años, territorios a los que se sumó la Galia Cisalpina[2], y todo ello con cuatro legiones bajo su mando. A sus espaldas estaba Roma, donde le aguardaban cuantiosas deudas económicas y una carrera política a punto de estancarse; frente a él quedaba la Galia salvaje, todo un vergel de oportunidades para seguir ascendiendo en el cursus honorum. Así que sí, si algunos se están preguntando si la ambición política de un solo aristócrata romano fue uno de los principales casus belli en un conflicto que implicó la muerte de decenas de miles, sino cientos, de personas, no juzguen con extrema severidad; en el largo panorama de la Historia se han iniciado conflictos por cuestiones más absurdas. Fíjense en el Anglicanismo, por ejemplo: una religión nacida de los deseos de Enrique VIII para divorciarse de Catalina de Aragón y tener descendencia masculina con Ana Bolena.

Desde entonces, la Guerra de las Galias se fue convirtiendo en un progresivo “de oca en oca y tiro porque me toca” para César: aliado con los eduos, primero derrotó a los helvecios en migración (58 a.C.), saltó hasta Bélgica (57), se fue de excursión a Armórica y Aquitania (56), no sin antes ser el primer romano en enfrentar y vencer a los germanos[3]; tanto le gustó la experiencia que se dio un pequeño paseo por la otra orilla del Rin (55 y 53). Como aún le quedaban energías y le picó la curiosidad, exploró Britania (55-54), solo para confirmar que a la gente del Mediterráneo no le gustan mucho ciertas latitudes (y no, no conquistó Britania como cuentan los cómics de Astérix).

Parte de su éxito se basaba en seguir una táctica de gran velocidad, extrema agresividad y buenas dosis de riesgo (Fortuna audaces iubat) para pacificar lentamente un territorio de enorme extensión, pero sin duda un factor clave fue la desunión de las múltiples tribus galas (entre 200-300), que no eran capaces de hacer frente a un enemigo que siempre estaba en inferioridad numérica. Además, romanos y galos tenían un concepto bien distinto de la guerra: el ejército romano era “profesional” y el legionario era un ser disciplinado, parte de un todo que era la formación en combate, mientras que los galos daban más valor al guerrero individual.

 

Mapa con las tribus galas mencionadas por César en sus comentarios, así como los principales núcleos de población (imagen de https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/8/86/Map_Gallia_Tribes_Towns-es.svg/800px-Map_Gallia_Tribes_Towns-es.svg.png)

Bomba de relojería

Los inviernos del 54-53 y del 53-52 fueron especialmente duros y ajetreados para los romanos, con algunas derrotas y lentos avances. Mientras César permanecía ausente en Cisalpina durante ese segundo invierno, los carnutos masacraron a todos los ciudadanos romanos de Cenabum (Orleans). Entre los galos se extendió la idea de que era necesario un caudillo capaz de entender a los romanos para derrotarles, una idea que llegó hasta un joven arverno llamado Vercingetórix (hijo de Celtilo), quien no tardó en reunir partidarios para comenzar una rebelión. Las noticias de sus maniobras se extendieron, y como respuesta la nobleza prorromana arverna le expulsó de Gergovia[4]; pero Vercingetorix no se rindió y consiguió el apoyo deseado en el campo, donde la mayoría empobrecida estaba harta de los romanos y la élite gala minoritaria. Con un ejército ocupó Gergovia y asumió el mando de los arvernos como rey, tras lo cual envió mensajeros a sus vecinos, que no tardaron en reconocer su mando.

Sin duda la táctica de este caudillo resultaba más efectiva para combatir a Roma: en esencia consistía en una guerra de guerrillas y estrategia de tierra quemada, evitando siempre el enfrentamiento directo contra las tropas romanas e intentando cortar sus rutas de suministros. Cuando no le quedaba más remedio que luchar, entonces se retiraba a fortificaciones bien defendidas donde almacenaba todos los suministros posibles, habiendo dejado atrás las cosechas arrasadas, los caminos destruidos, el ganado exterminado y los pozos envenenados para los romanos. Se puede entender entonces que, cuando los hambrientos romanos conseguían ocupar una población gala, la arrasaban hasta sus cimientos y exterminaban a toda la población movidos por el odio de haber pasado penurias[5].

El éxito temporal de su estrategia, como demostró la retirada de César del asedio de Gergovia, le sirvió a Vercingetórix para ser nombrado comandante de todos los ejércitos galos en Bibracte, capital de los eduos[6]. Para asentar el acuerdo, el nuevo líder ordenó la entrega de rehenes a todos sus aliados y que se le enviasen 15.000 jinetes; después consiguió reunir 10.000 tropas de infantería y 800 jinetes eduos, y solicitó a los alóbroges iniciar un alzamiento en la Galia Narbonense, principal base de operaciones de los romanos. Después el caudillo galo se retiró a Alesia, no sin antes sufrir una emboscada de César, que le perseguía para intentar descabezar la rebelión; a pesar de perder 3000 jinetes, Vercingetórix consiguió llegar al oppidum, y a continuación llegó César.

 

¿Dónde está Alesia?

Y llegamos al momento crítico de la guerra. Este enclave era la capital de los mandubios, y debía prepararse para la defensa, pues el comandante romano la alcanzó desde el este, al sur del monte Bussy, y con él viajaban 10 u 11 legiones; sin duda César era la figura destacada en los ejércitos de Roma, pero no libraría solo este enfrentamiento. Contaba con la indispensable ayuda de los legados Tito Labieno[7] y Cayo Trebonio, así como Marco Antonio al mando de la caballería; las tropas estaban mayormente compuestas por:

  • Reclutas de Italia, muchos de ellos de la Galia Cisalpina (muy leales a César).
  • Caballería ligera númida. 
  • Caballería pesada germana y tracia. 
  • Honderos baleares y ligures.
  • Arqueros cretenses. 
  • Jinetes galos.

Solo estamos simplificando al ejército de César. Realmente, además de los soldados en sí, debemos imaginar a una miríada de personal civil administrativo, músicos militares, ingenieros, médicos, esclavos calones encargados de manutención y transporte del material legionario, cocineros, mozos de cuadra, muliones (conductores de animales de carga)… por no mencionar a ese segundo ejército que eran todos los comerciantes, prostitutas y demás población civil que buscaba hacer negocios con los campamentos. Los estudios más conservadores sugieren que César tendría bajo su mando entre 40 y 45.000 hombres, mientras que otros proponen cifras entre los 70 y 80.000[8].

Del otro lado tenemos a Vercingetórix, quien, según César, contaba en Alesia con 80.000 infantes y 15.000 jinetes[9]. Sin embargo, los estudios arqueológicos nos dicen que la meseta donde se ubicaba el oppidum no tenía espacio suficiente para una fuerza armada tan numerosa; de hecho, la población del mismo no podría tener más de 20.000 habitantes, y por tanto no sería capaz de mantener acantonada una cifra superior a los 30.000 soldados. Así, François Lenormant concluyó que Vercingetórix tendría, a lo sumo, 50.000 infantes y 10.000 jinetes. De todos modos, la tropa se sentía confiada gracias a la protección del murus gallicus de Alesia[10], unas defensas capaces de resistir el fuego de artillería, por lo que era poco probable que los romanos se arriesgasen a atacar frontalmente el oppidum. Además, Vercingetórix ordenó excavar una gran trinchera en la cara este de la colina, donde la pendiente es menos pronunciada, reforzada con una pared de piedra de dos metros de altura.

 

Estructura básica de un murus gallicus según se nos muestra en el documental "Romano contra Galos: la batalla definitiva" (visible actualmente en https://www.rtve.es/play/videos/fortalezas-sitiadas-batallas-legendarias/romanos-contra-galos-batalla-definitiva/6475068/)
 

Pero además, debemos tener en cuenta el famoso ejército de rescate, dirigido por los líderes Comio (atrebates), Vercasivelauno (primo de Vercingetórix), Viridoramo y Eporedórix (eduos); César otorgó a este contingente la friolera de 240.000 infantes y 8000 jinetes[11]. Esta cifra surge de las exigencias de contribución que pidió el caudillo galo a cada tribu:

  • Eduos y vasallos = 35.000 hombres.
  • Arvernos y vasallos = 35.000 hombres. 
  • Secuanos, senones, bituriges, santonos, rutenos y carnutos (12.000 cada uno) = 72.000 hombres.
  • Lemovices y aremoricos (10.000 cada uno) = 20.000 hombres. 
  • Belóvacos = 2000 hombres.
  • Ráuracos y boyos (2000 cada uno) = 4000 hombres. 
  • Pictones, turonos, parisios y helvecios (8000 cada uno) = 32.000 hombres.
  • Suesiones, eleuterios, ambianos, mediomátricos, petrocorios, nervios, morinos, nitióbroges y aulercos cenómacos (5000 cada uno): 45.000 hombres.
  • Atrebates = 4000 hombres.
  • Veliocases, lexovios y aulercos eburovices (3000 cada uno): 9000 hombres.

Al margen de la exageración de las cifras, dos cuestiones sí eran ciertas: 

  1. Nunca en toda la guerra se había producido una colaboración conjunta de tantas tribus contra los romanos (40 de las 85 tribus más importantes contribuyeron), tardando un mes en reunir el ejército de rescate. 
  2. Y por último, es incuestionable que los romanos estaban en clarísima inferioridad numérica, pues los estudios modernos concluyen una cifra de entre 80 y 100.000 hombres para el ejército de rescate[12]
Es decir, que algunas gotas de sudor frío debieron correr por la nuca de César. Como simple curiosidad, la cifra de tropas reunidas entre romanos y galos fue tan numerosa que para algunos estudiosos no se volvió a ver nada semejante hasta la batalla de Leipzig de 1813.

Durante ese mes, los romanos tuvieron que prepararse para el asedio y su propia defensa, lo que no fue tarea sencilla. Alesia se ubicaba sobre una meseta, que es la cima del arrasado monte Auxois, rodeado a su vez de pendientes escarpadas y los ríos Ose al norte, Oserain al sur y Brenne al oeste; la meseta, con una altura de 500 pies, tenía una longitud de milla y cuarto de oeste a este, y media milla de norte a sur. Respecto al terreno de alrededores, tenemos varios accidentes geográficos a destacar:

  • En su extremo oeste estaba la llanura de Laumes.
  • Al nordeste el monte Bussy.
  • Al noroeste el monte Ra.
  • Al sur el monte Flavicny.

Todas estas cimas tenían prácticamente la misma altura que el monte Auxois, separadas del mismo por pequeños y profundos valles. Pero aun con todas estas dificultades geográficas, en esta ocasión César sí pudo bloquear el oppidum y el acceso a suministros para no repetir el fracaso de Gergovia, y el refugio de Vercingetórix se convirtió en una trampa.

 

Ingeniería extrema

Las obras de sitio comenzaron con éxito en septiembre gracias a que César se apoderó de las colinas norte, este y sur, donde construyó hasta 23 fortificaciones (castella), seguidas de los campamentos principales (castra), todo unido con un anillo interno de trincheras que alcanzaba una longitud de 11 millas romanas[13] (contravalación). Para hacernos una idea del trabajo desplegado por las tropas, cada fortificación contaba con una línea de empalizadas (vallum) de 12 pies de alto[14], precedida por dos trincheras de 15 pies de profundidad[15]. Esa empalizada tenía atalayas de tres pisos (25 m) distribuidas cada 24 metros de distancia, todas ellas con artillería, así como un terraplén (agger) con estacas afiladas (cervi) para dificultar su escalada. Por si esto fuera poco, los legionarios también excavaron un dique de 20 pies[16] de profundidad que cruzaba la llanura de Laumes, entre los ríos Ose y Oserain[17], y a una distancia de 400 pies[18] de las líneas de defensa romanas.

 

Recreación de una sección de la contravalación romana que miraba a Alesia, en el lugar del yacimiento actual (imagen de https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/7/7b/Mus%C3%A9oparc_d%27Al%C3%A9sia_0037.jpg/1200px-Mus%C3%A9oparc_d%27Al%C3%A9sia_0037.jpg)

Pero el comandante romano debió entender que la situación era suficientemente desesperada como para añadir más obstáculos aún a las tropas enemigas; por ello, y más allá de las trincheras del vallum[19], ordenó construir una primera línea de troncos gruesos con ramas afiladas y parcialmente hundidos (cippi), una segunda línea de grandes estacas afiladas semienterradas en pozos de arcilla (lilia) y una tercera línea con pequeños agujeros rellenos con puntas de acero y ocultas con maleza (stimuli). Así, este enorme campo de minas conseguiría, si no matar, desde luego ralentizar y herir a numerosos galos, y en aquellas circunstancias era lo mejor que se podía pedir, pues las heridas incapacitan a los hombres para seguir combatiendo, y no solo al herido en sí, sino a los hombres que tienen que arrastrar a ese herido para ponerle a salvo.

 

Un ejemplo de los stimuli empleados por los romanos contra los pies galos (imagen extraída del documental "Romano contra Galos: la batalla definitiva", visible actualmente en https://www.rtve.es/play/videos/fortalezas-sitiadas-batallas-legendarias/romanos-contra-galos-batalla-definitiva/6475068/)

Todo este inmenso trabajo resulta de por sí agotador solo concebirlo, pero ¿y si os decimos que las obras se finalizaron en tres semanas? Es lo que tiene contar con miles y miles de hombres trabajando al unísono y sin fines de semana de descanso. César repartió a las tropas de infantería entre los campamentos del sur, noreste y noroeste, mientras que al grueso de la caballería lo estableció en la llanura occidental, con un pequeño contingente al norte.

 

Se desata el infierno

Los primeros combates los libró la caballería gala para intentar detener o ralentizar las obras romanas, sin demasiado éxito gracias a la caballería auxiliar germana. Cuando desmontaron para evitar caer en el foso con agua, César ordenó atacar a los legionarios, y los galos huyeron hacia Alesia, pero como Vercingetórix había cerrado las puertas, fueron masacrados. Entonces el caudillo galo, antes de que finalizasen las obras, ordenó escapar al resto de sus jinetes para que pidiesen ayuda al resto de tribus; racionando los suministros, Alesia podría resistir 30 días. Cuando sus espías le informaron de esto, César se jugó el todo por el todo: si se retiraba, Vercingetórix escaparía y la guerra continuaría, así que se preparó para recibir al ejército de socorro construyendo un anillo externo de fortificaciones de 14 millas romanas de longitud[20] (circunvalación), para proteger a sus tropas, los suministros almacenados y las obras de asedio. Quizás el lector pueda hacerse una ligera idea de la cara de incredulidad que se les quedó a los legionarios, quienes, agotados después de construir la primera línea, ahora se les anunció que tendrían que construir una segunda más larga, debiendo buscar árboles a más distancia[21]. Era eso o recibir a pecho descubierto el afilado saludo del ejército galo de rescate.

Tras seis semanas, los suministros de grano de Alesia se agotaron; los líderes galos, reunidos en consejo, intentaron buscar una solución: por un lado estaba la idea de Critognato, quien propuso devorar a los heridos y no combatientes, pero se terminó imponiendo la idea de expulsar de Alesia a los no combatientes. Esta masa de población llegó hasta las líneas romanas suplicando ser esclavizados y alimentados, pero César no los acogió por no tener grano suficiente para alimentarles, así que terminaron muriendo de hambre en tierra de nadie[22].

A comienzos de octubre llegó el ejército de rescate y se instaló en la colina de Mussy-la-Fosse, a una milla de las defensas romanas. Toda la caballería gala estaba en la llanura oeste, quedando la infantería en terreno elevado; César ordenó a sus hombres defender las fortificaciones y lanzó a su caballería contra el enemigo, pero esta maniobra fue un fracaso por el hostigamiento de los arqueros galos. El posterior combate entre ambas caballerías fue feroz y sin vencedor claro, hasta que los auxiliares germanos consiguieron cargar contra los arqueros galos y masacrarlos; los defensores de Alesia se desanimaron.

Al día siguiente, los galos fabricaron garfios y escalas, y tras lanzar un grito inmenso en mitad de la noche, se lanzaron al ataque directo contra las defensas romanas, arrojando piedras y flechas. Los romanos respondían con sus proyectibles, parcialmente contrarrestados con los parapetos de mimbre galos (musculi). Fue en ese momento cuando Vercingetórix lanzó un ataque desde Alesia para que los romanos se viesen obligados a combatir en dos frentes a la vez. Ante esta situación apurada, Cayo Trebonio y Marco Antonio tuvieron el acierto de movilizar a las tropas de los fortines más alejados para ayudar a César. Con la llegada del amanecer, los galos se retiraron para evitar un posible ataque de la caballería romana por su retaguardia, e igualmente hicieron los combatientes de Alesia, que habían perdido demasiado tiempo y hombres intentando rellenar las fosas romanas.

 

En esta reconstrucción virtual del mapa de asedio de Alesia se han marcado con círculos la ubicación de César al sur y Labieno al norte (imagen extraída del documental "Romano contra Galos: la batalla definitiva", visible actualmente en https://www.rtve.es/play/videos/fortalezas-sitiadas-batallas-legendarias/romanos-contra-galos-batalla-definitiva/6475068/)

La moral gala cada vez era más baja: había que pensar una forma de vencer a los romanos como fuera, y estudiando el terreno, se percataron de que uno de los fortines al norte de Alesia[23], en el monte Rea, estaba peor defendido por las condiciones de la pendiente. Sobre este lugar Vercasivelauno lanzó un ataque al mando de 60.000 galos; para sorprender a los romanos, salieron al amanecer y se situaron detrás del monte, manteniendo a la tropa oculta y bien descansada. Se lanzaron al ataque al mismo tiempo que la caballería por la llanura oeste y otras unidades por distintos sectores, dividiendo así los esfuerzos romanos. Contemplando el ataque, Vercingetórix cargó desesperadamente desde Alesia contra las fortificaciones romanas que parecían más débiles[24]. La situación era crítica para los romanos, pero César entendió que lo mejor era enviar refuerzos a la zona que atacaba Vercasivelauno, donde los romanos estaban totalmente sobrepasados. Primero envió a Tito Labieno con 6 cohortes, después a Décimo Junio Bruto Albino con otras 6 cohortes, y finalmente a Cayo Fabio con 7 más (en total unos 20.000 hombres). El propio César no se amilanó y también acudió al punto crítico junto con 4 cohortes y algunos jinetes, al tiempo que una muy oportuna caballería germana cargaba contra la retaguardia de Vercasivelauno; no es por dar más pompa a César de la que él mismo ya se daba, pero es incuestionable que su presencia en combate directo, perfectamente reconocible con su paludamentum rojo, debió estimular el ánimo de los legionarios. Ya no había más esperanza para los galos, y lo sabían. 

 

Mapa de la tercera y última fase de la batalla. Se observa el punto más crítico del enfrentamiento en el tramo noroeste de las fortificaciones romanas (imagen de https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Alesia#/media/Archivo:Battaglia_di_Alesia_battaglia.png)

Tras 12 horas de batalla, mientras los restos del ejército de rescate se dispersaban y los defensores de Alesia se refugiaban tras sus muros, la Galia se preparaba para lo peor. Todos los supervivientes galos, entre hombres, mujeres y niños, fueron esclavizados, lo que significa que cada soldado romano obtuvo como mínimo un esclavo que podía después vender para ganancia personal. César era famoso por sus ocasionales momentos de clemencia, pero en esta circunstancia especial no mostró ninguna piedad con los derrotados, y no por su carácter personal, sino porque no encajaba en la mentalidad romana ser misericordioso con un enemigo que había  causado tantísimos problemas en la guerra. A finales del s. I a.C., ya en tiempos de Augusto y con una Galia totalmente pacificada (sí, toda, mal que le pese a los irreductibles galos de una aldea de Armórica), Alesia se había convertido en una ciudad galorromana. Atrás quedaba el recuerdo de una guerra de conquista que había costado la vida a cientos de miles de galos, entre 400.000 y 1.000.000 según el punto de vista de autores como Veleyo Patérculo, Plutarco, Plinio el Viejo o Apiano, cifras en cualquier caso elevadísimas si tenemos presente que en esa época la Galia rondaba los 5-7 millones de habitantes.

 

Vista general del actual yacimiento galorromano de Alesia (imagen extraída del documental "Romano contra Galos: la batalla definitiva", visible actualmente en https://www.rtve.es/play/videos/fortalezas-sitiadas-batallas-legendarias/romanos-contra-galos-batalla-definitiva/6475068/)

Fuentes:

Apiano: Historia Romana.

César: Comentarios sobre la guerra de las Galias.

Diodoro Sículo: Biblioteca Histórica.

Dión Casio: Historia Romana.

Estrabón: Geografía.

Floro: Epítome de Tito Livio.

Plinio el Viejo: Historia Natural.

Plutarco: Vidas Paralelas. Alejandro y César.

Suetonio: Vida de los Doce Césares.

Veleyo Patérculo: Historia Romana.

Bibliografía:

Canfora, L. (2014): Julio César, un dictador democrático, Barcelona, Ariel. 

Carcopino, J. (2000):  Giulio Cesare, Bolonia, Bompiani.

Collins, J. H. (1972): "Caesar as a Political Propagandist", ANRW, 1.1, 922-966.

Étienne, R. (1997): Jules César, Paris, Fayard.

Goldsworthy, A. (2016): César. La biografía definitiva, Madrid, La esfera de los libros.

Jullian, C. (1993): Histoire de la Gaule, 1-2, Paris, Hachette.

Osgood, J. (2019): Roma. La creación del Estado mundo, Madrid, Desperta Ferro.

Pelegero, B. (2015): "La Guerra de las Galias. La contienda que encumbró a César", Historia National Geographic, 141, https://historia.nationalgeographic.com.es/a/guerra-galias-contienda-que-encumbro-a-cesar_9674

Pina Polo, F. (1999): La crisis de la República (133-44 a.C.), Madrid, Síntesis.



[1] Obtenido gracias a lo pactado en el mal llamado “Primer Triunvirato”. Mejor utilizar el término “acuerdo informal”.

[2] Por muerte repentina del gobernador Quinto Cecilio Metelo Céler.

[3] Al mando de Ariovisto.

[4] La capital de los arvernos.

[5] Fue el caso de Avaricum, población de los bituriges, que se negaron a quemar sus campos como les ordenó Vercingetórix.

[6] Lingones, remos y tréveros fueron los únicos galos que no reconocieron su liderazgo.

[7] Su segundo, el único legado con poderes de pretor.

[8] Interesante es el planteamiento del historiador militar Theodore Ayrault Dodge, quien sugiere una cifra total de 65.000 hombres para asediar a más de 80.000 galos, pues un número inferior a la mitad de enemigos haría imposible a los romanos el mantener un asedio sin riesgo de ruptura.

[9] Otros autores, como Floro y Plutarco, ofrecen cifras más exageradas, entre 120 y 170.000 hombres.

[10] Estructura de madera reforzada con piedras.

[11] Para Plutarco eran 300.000, y para Estrabón 400.000. Un poco más y algún autor nos diría que el noble César derrotó a un millón de enemigos. De todos modos, esta exageración era propagandística: a mayor número de vencidos, mayor gloria política.

[12] No obstante, hay que recalcar que este ejército, por muy numeroso que fuera, no era más que el resultado de una leva, formado mayormente por campesinos sin la experiencia militar de la que gozaban los guerreros de Vercingetórix en Alesia o los legionarios de César.

[13] Aproximadamente 15-16 kilómetros.

[14] 3,5 m.

[15] 4,5 m.

[16] Unos 6 metros.

[17] Por lo que no tuvo dificultad en llenar ese foso con agua.

[18] 600 metros.

[19] A lo largo de 120 metros de distancia.

[20] 20 km.

[21] Se estima que debieron talar unos 6000 árboles, es decir, unas 60 ha. deforestadas. La suma total para construir las dos líneas supuso remover 38.000 metros cúbicos de tierra (el equivalente a 2000 camiones de 30 toneladas).

[22] Algunos estudios ofrecen cifras entre los 5000 y 12.000 fallecidos por inanición.

[23] Defendido por los legados Cayo Antistio Regino (I Legión) y Cayo Caninio Rébilo (XI Legión).

[24] Puede que lo más sorprendente de estos acontecimientos es que el grueso del ejército galo desplegado en la llanura no atacase en ningún momento. La noche antes del tercer y definitivo combate hubo un eclipse de luna, por lo que se ha lanzado la teoría de que los galos se desmoralizaron ante lo que consideraban un presagio funesto.

PRIMVS INTER PARES

In corpore sano

Artículo en proceso de redacción.    

POPVLARES