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Herejías del s. I

 

Cuando Constantino legalizó el Cristianismo en el 313, ello dio pie a que muchas de las interpretaciones que habían surgido del mensaje de Jesús a lo largo de los años sufriesen una nueva explosión de creatividad. Para poner fin a tantas y diversas corrientes, el Concilio de Nicea definió como heréticas las doctrinas divergentes de la enseñanza oficial de la Iglesia y de sus dogmas consagrados por la autoridad de los obispos y concilios en base a las Escrituras y la Tradición, siendo así condenables todas las demás corrientes. Mostramos a continuación un breve resumen de todas las herejías que surgieron en la larga historia del Imperio Romano, comenzando en el s. I.

Aquella época, la misma en la que murió Jesús, no estuvo exenta de diversas interpretaciones de su mensaje. El problema de tanta diversidad subyace en que el mismo Jesús no dejó nada escrito, porque la norma consuetudinaria judía prohibía que las discusiones entre “rabinos” sobre la Ley de Moisés y otros textos sagrados no quedasen por escrito para que no tuvieran el mismo rango que las “Escrituras Sagradas”.

Así, desde que murió Jesús surgieron múltiples interpretaciones sobre su vida y legado, siendo imposible distinguir entre lo ortodoxo y lo heterodoxo[1], como se desprende del análisis del Nuevo Testamento, única fuente de información para esta primera etapa del cristianismo.

Ya en la primera carta de Juan 4.1 se escribe: “Queridos, no os fieis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han salido al mundo”. La segunda carta de Pedro 2.1 reza:

“Hubo también en el pueblo falsos profetas, como habrá entre vosotros falsos maestros que introducirán herejías perniciosas y que, negando al Dueño que los adquirió, atraerán sobre sí una rápida destrucción”.

El autor anónimo de la epístola de Judas opina esto sobre los que no piensan como él:

“Nubes sin lluvia llevadas de acá para allá por los vientos, árboles que en otoño no dan fruto, dos veces muertos y arrancados de cuajo; olas salvajes del mar, coronadas por la espuma de sus propias desvergüenzas; estrellas fugaces a quienes está reservada la oscuridad de las eternas tinieblas”.

Dentro de toda esta diversidad podemos distinguir en su origen primigenio dos sendas:

  1. Seguidores de Jesús, judíos como él: creían en la salvación de los paganos que aceptan a Jesús siempre y cuando se hiciesen judíos y aceptasen todas las normas de la ley judía (Hch 15.1.5). La sección menos rigurosa, encabezada por Pedro, opinaba que los paganos o gentiles podrían salvase sin “hacerse judíos”; bastaba solo con que cumplieran las normas consuetudinarias que regían a los extranjeros residentes en Israel[2]. Ello les garantizaría la salvación, aunque una salvación en segundo grado.
  2. Judíos de la diáspora, de lengua griega y mentalidad más abierta: defendían que los gentiles convertidos a la fe en Jesús no tenían por qué cumplir toda la ley de Moisés, ni tampoco ir a Jerusalén para rendir culto al Dios verdadero, y que su salvación se garantizaba creyendo solo en Jesús, cumpliendo con el Decálogo y, sobre todo, obedecer la norma de amor al prójimo.

 

Una de tantas imágenes modernas que intenta recrear un ambiente de disputa entre creyentes sobre las muchas interpretaciones del mensaje de Jesús (imagen de https://149401727.v2.pressablecdn.com/wp-content/uploads/2019/05/Titus.jpg)

A partir de estas dos sendas, surgen múltiples ramificaciones de pensamientos diversos, a veces complementarias entre sí, y otras irreversiblemente contrarias. De una forma muy esquemática y simplificada podemos resumir estos grupos de la siguiente forma:

  • Judeocristianos que niegan a Jesús como Dios.
  • Judeocristianos que niegan a Pablo de Tarso y su doctrina.
  • Cristianos proféticos, no regidos por obispos o presbíteros, sino por profetas.
  • Cristianos que niegan la verdad absoluta de las Escrituras Sagradas.
  • Cristianos que niegan la encarnación verdadera de Jesús.
  • Cristianos que niegan la resurrección futura[3].
  • Cristianos que promocionan la independencia de las mujeres[4].
  • Cristianos enemigos de lo material (como el cuerpo humano y el mundo), promoviendo el ascetismo extremo, sin vida sexual ni matrimonio[5].
  • Cristianos que promocionan una vida libre y hasta libertina.

Pero si tomamos todas estas diversas opiniones, y de ellas extraemos la verdadera esencia de la disputa, básicamente localizamos tres cuestiones principales en torno a las cuales surgían las discusiones:

  1. La figura y misión del Jesús resucitado, sobre cuál era su naturaleza como mesías.
  2. Cuál era la naturaleza de la salvación en época mesiánica.
  3. Cuál tendría que ser la naturaleza de la Iglesia como sistema imperante hasta que por fin llegase el juicio final.

Mencionemos ahora las dos primeras corrientes que surgen durante el s. I d.C., antes de que se produzca la gran explosión heterodoxa del s. II.

 

DOCETISMO [6]

Viene de dokéō (δοκέω), que significa “parecer” o “parecerle a uno”, aunque también guardar relación con dókēsis (“aparición”, “fantasma”), y dokētaí (Δοκηταί), es decir, “ilusionistas”. Al considerar que la forma humana de Cristo era una simple apariencia, sin naturaleza carnal, los docetas afirmaban, por tanto, que Jesús no llegó a sufrir en la cruz, pues su cuerpo, y con él sus sufrimientos, eran aparentes y no reales. Esto revela en los docetas cierta influencia platónica.

Aparecen mencionados en una carta del obispo Serapión de Antioquía (197-203), quien descubrió la doctrina en el evangelio apócrifo de Pedro, condenándola como falsa, aunque también los menciona Ignacio de Antioquía en su carta a los Esmirnos (7:1) de ca. 110. Algunos grupos docetas afirmaban incluso que Jesús era un hombre de carne, mientras que Cristo era una entidad separada que entró en Jesús como paloma durante su bautismo, y gracias a ello pudo obrar milagros, hasta que lo abandonó tras su muerte en la cruz. Aquí quien les escribe no ha podido evitar recordar a Patrick Swayze entrando como "Ghost" en el cuerpo de Woopi Goldberg.

Si bien tuvo un mayor desarrollo en el s. II, es plausible que surgiese en el s. I entre algunos grupos cristianos como una forma de hacer más asimilables y aceptables las enseñanzas cristianas entre paganos acostumbrados a otro punto de vista sobre la divinidad.

 

Grabado que recrea el famoso episodio de la "duda de Santo Tomás". Y es que sin duda muchos recién convertidos al cristianismo albergarían la duda de los docetas sobre si Jesús era un fantasma o no, incapaz de sentir dolor (imagen de https://todahelohim.com/wp-content/uploads/2011/05/docetismo.jpg)

SIMONIANISMO

De origen gnóstico, sus seguidores tenían como referente a un personaje conocido como Simón el Mago, al que le daban la consideración de Dios en su forma humana. ¿En qué se basaban los simonianos para dar tal categoría a este individuo?

Simón de Gitta fue un líder samaritano y gnóstico[7] que practicaba la magia en Sebaste y fue convertido al cristianismo por Felipe el Evangelista; cuando Pedro y Juan viajaron hasta Samaria y coincidieron con Simón, éste les ofreció dinero para comprar el poder de transmitir el Espíritu Santo, rechazado por ambos apóstoles, que estaban escandalizados[8]. Otro pasaje sitúa a Simón en Roma, volando en el Foro ante el emperador Nerón para hacer alarde de su condición divina; justo en ese momento, Pedro y Pablo, que también debían estar en Roma por casualidad divina, se pusieron a rezar a Dios rogando que detuviese el vuelo de Simón, y como quien pulsa un botón de apagado, el samaritano paró en seco, cayó al suelo y fue apedreado. Resulta un tanto inevitable visualizar escenas de “La vida de Brian” tras conocer estos sucesos, máxime cuando una leyenda medieval nos dice que la basílica de Santa Francesca Romana fue construida en el mismo lugar donde cayó Simón, y la prueba irrefutable la encontramos en una losa de mármol abollada que pretende llevar las huellas de las rodillas de Pedro y Pablo mientras rezaban (menisco de adamantium tenían esos apóstoles).

 

Fresco (1573-76). "La caída de Simón el Mago", de Lorenzo Sabatini, ubicado en la Capilla Paulina del Palacio Apostólico del Vaticano, Roma (imagen de https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/3/36/Lorenzo_Sabatini%2C_caduta_di_Simon_mago%2C_1573-76%2C_01.jpg/1200px-Lorenzo_Sabatini%2C_caduta_di_Simon_mago%2C_1573-76%2C_01.jpg)

Pero de ser cierto, los simonianos consideraban como núcleo de su creencia otro suceso citado por Ireneo y Justino, según el cual, al principio de los tiempos, Dios tuvo como primer pensamiento a Ennoia (“pensamiento”, “concepción”)[9], que era una mujer, y de ese pensamiento surgieron los ángeles; por envidia, estos ángeles se rebelaron contra ella y crearon el mundo para aprisionar su cuerpo femenino; desde entonces ella se reencarnó muchas veces[10] siendo humillada en cada ocasión, hasta que finalmente tomó la forma de Elena, una esclava y prostituta de Tiro. Como respuesta, Dios descendió al mundo en la forma de Simón para así rescatar a su “Ennoia” y disolver el mundo creado por los ángeles rebeldes; solo quienes creyesen en Simón y Elena regresarían con ellos a los mundos superiores[11].

Esta secta floreció en Siria y algunos enclaves de Asia Menor, pero, ¿llegó a calar esta creencia entre los romanos de la capital? La pregunta es lícita si tenemos presente el episodio anterior que sitúa a Simón predicando en Roma. Según cuenta Justino, el emperador Claudio levantó una estatua a este personaje en una isla del Tíber con la inscripción Simoni Deo Sancto. Pero la arqueología desmintió a un confuso Justino, pues en el s. XVI se desenterró en la isla una estatua dedicada a Semo Sancus, deidad sabina. En nuestra consideración, muchos de estos autores dan al simonianismo más complejidad de la que merecía en el s. I, quizás volviéndose más elaborada en el s. II, pero en cualquier caso sin una enorme trascendencia, si bien consiguió pervivir hasta el s. IV[12].

Es más, se sugiere que los Dositeos y Menandrinos brotaron como ramas secundarias del Simonianismo; sus nombres derivan de Dositeo y Menandro, siendo el primero un maestro samaritano que pasó a ser alumno de Simón, mientras que el segundo se convirtió en sucesor de Simón tras su muerte.

 

Fuentes:

Epifanio de Salamina: Contra los herejes.

Eusebio de Cesarea: Historia Eclesiástica.

Flavio Josefo: Guerra de los Judíos / Antigüedades de los judíos.

Hipólito: Refutación de todas las herejías.

Ireneo de Lyon: Contra las herejías.

VV.AA.: Nuevo Testamento.

Bibliografía:

Ashwin-Siejkowski, P. (2010): “The Docetic View of Christ”, en ¿?, Clement of Alexandria on Trial. The Evidence of ‘Heresy’ from Photius’ Bibliotheca. Vigiliae Christianae 101, Brill, 95-113.

Ehrmann, B. D. (2004): Cristianismos perdidos, Barcelona, Crítica.

Haigh, R. (2008): Jesús, símbolo de Dios, Madrid, Trotta.

Luttikhuizen, G. P. (2007): La pluriformidad del cristianismo primitivo, Córdoba, El Almendro.

Masson, H. (1989): Manual de herejías, Madrid, Rialp.

Piñero, A. (2018): Guía para entender el Nuevo Testamento, Madrid, Trotta.

(2020): “La primeras heterodoxias y herejías”, Desperta Ferro Arqueología e Historia, 30, 14-21.

(2007): Los cristianismos derrotados, Madrid, EDAF.

Woodworth, C. (2010): St. Hippolytus and the Church of Rome in the earlier part of the third century. From the newly-discovered Philosophumena, South Carolina, Nabu Press.



[1] Del griego héteros (“otro”) y dóxa (“opinión”).

[2] Observar el Decálogo, ciertas normas sobre alimentos…

[3] Grupos diversos mencionados por Pablo (1 Corintios) y en las epístolas pastorales o comunitarias (1 y 2 Timoteo; Tito).

[4] Grupos representados por el evangelio de María Magdalena o los Hechos Apócrifos de los Apóstoles.

[5] Grupos del Evangelio de los Egipcios, Epístola del Pseudo Tito, Hechos Apócrifos de los Apóstoles…

[6] O principios del s. II.

[7] Citado en Hechos 8:9-24, Justino Mártir, Ireneo de Lyon, Hipólito y Hechos Apócrifos de Pedro.

[8] De este famoso suceso surge el término simonía, es decir, el pecado de pagar para obtener prebendas o beneficios eclesiásticos.

[9] O Sophia.

[10] Como Helena de Troya, por ejemplo.

[11] Desde el punto de vista pagano, Simón era adorado como Zeus y Elena como Atenea.

[12] Eusebio afirma que los simonianos son los más inmorales y depravados de la humanidad.

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