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"¡¿Dónde están mis águilas?!

En esta nueva publicación sobre Legado nos volcamos por recuperar el verdadero significado de las cosas tratando a la omnipresente Águila romana (Aquila), atributo de Júpiter, símbolo sagrado y orgullo de los estandartes legionarios (signa militaria) desde el s. I a.C., y que a lo largo de la historia ha sido adoptado por nuevos imperios que pretendían emular la gloria militar de la civilización romana.

En el ejército, el águila acostumbró a ser un estandarte (vexillum) muy extendido desde la reforma militar de Mario en el 104 a.C., y como tal era portado en la marcha y la batalla por el Aquilifer; con anterioridad, los ejércitos romanos usaron un puñado de paja (maniples) fijado en lo alto de un poste, siendo sustituido más tarde por figuras de animales como el lobo, el jabalí, el caballo o la misma águila (Plin., NH, IV, 5). Perder este estandarte suponía un hecho extremadamente grave y vergonzoso, pues como símbolo religioso implicaba perder la protección y beneplácito de Júpiter. Su diseño no era canónico, a veces con las alas extendidas y otras con las alas más plegadas, y podemos encontrar diferentes versiones, normalmente forjadas en plata o bronce, pero no parece que hubiese un cambio significativo en cuanto a sus dimensiones desde su introducción en el ejército; se sabe que en tiempos de César el signifer podía arrancar el águila de su poste y ocultarlo en los pliegues de su faja en caso de peligro (Flor. IV, 12). Ya durante el Imperio, se hizo frecuente incluir en el poste una cabeza del emperador gobernante de turno con su nombre en una inscripción, justo debajo del águila, que también era objeto de veneración del ejército (J. BJ, II, 9 §2; Suet. Tib, 48; Cal, 14; Tac. Ann, I, 39, 41; IV, 62).

Por supuesto, la representación de esta ave no era monopolio exclusivo del ejército; como símbolo de Júpiter la podemos localizar en múltiples representaciones artísticas asociadas a los emperadores, normalmente por una cuestión propagandística, ya que enviaban el mensaje de que los soberanos del Imperio gozaban de la protección del dios supremo del panteón pagano. Además, dicha águila se ocupaba, durante las apoteosis de los difundos césares, de trasladar sus espíritus junto a los dioses. Una de plasmaciones artísticas más hermosas del águila romana se conserva en el Kunsthistorisches Museum de Viena (Colección de Antigüedades, sala XVI): se trata de un camafeo de 22 cm de diámetro, en el que se nos presenta un águila de perfil con alas semiplegadas, irguiéndose sobre una hoja de palmera, y que sujeta con la garra izquierda levantada una corona de roble (corona cívica). Se ha asociado esta imagen con los honores recibidos por Augusto el 16 de enero del 27 a.C., en agradecimiento por salvar a los romanos del caos de la guerra civil; dicha corona llegó a colocarla sobre la puerta de su casa. El mensaje es más que evidente: el princeps está bajo la protección de Júpiter gracias al águila que sostiene los signos de la victoria y la salvación de Roma.


Camafeo de ónix marrón sobre capa blanca (ca. 27 a.C.), montado sobre un esmaltado de oro y cerrado por un marco de plata (realizado en Milán hacia el tercer cuarto del s. XVI). Conservado en el Kunsthistorisches Museum, Viena  (imagen de www.khm.at/de/object/59118/)

A pesar de tratarse de un símbolo pagano, siguió vigente durante la progresiva expansión del cristianismo, aunque no tanto en el ámbito militar, pues cayó en desuso cuando Constantino adoptó el Labarum (Prud. Contr. Sym, I, 466, 488; Niceph. HE, VII, 37). Sin embargo, los intelectuales cristianos no la rechazaron de pleno, sino que en cierto modo la adoptaron en su discurso, como Jerónimo, quien mencionó que “el águila es el símbolo de la ascensión y la oración”. Pero como un símbolo utilizado de manera oficial por el Estado, habrá que esperar hasta el gobierno de las dinastías bizantinas de los Comneno y los Paleólogo, quienes modificaron el Águila para hacerla bicéfala[1], obteniendo así un sentido de superioridad e integración de las dos herencias del gran imperio romano, es decir, Occidente y Oriente; de hecho, también simbolizaba la existencia de dos Romas, la Vieja y la Nueva (Constantinopla)[2].

 

Miniatura bizantina (s. XV). Escudo de armas de Juan VIII Paleólogo, con el sympilema colgando del cuello del ave (imagen de https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/2/2d/Palaeologoi_eagle_XV_c_Byzantine_miniature.jpg)

Por parte del Occidente germánico, es Federico I Barbarroja el primero en tomar el águila bicéfala como elemento heráldico del Sacro Imperio Romano Germánico, pero no estará plenamente consolidado hasta la llegada de la familia Habsburgo al poder, especialmente con Maximiliano I y su nieto, Carlos V. El soberano más poderoso de su tiempo, con posesiones por toda Europa y el nuevo mundo gracias a la herencia de sus abuelos maternos, los Reyes Católicos, no tuvo problemas en usar tanto el águila bicéfala imperial como el águila de San Juan de la reina Isabel[3], sobre todo para mostrarla en numerosas fachadas de edificios y monumentos, y así dar a entender que el emperador estaba presente en todos sus dominios a pesar de las largas distancias. Y así es como se adoptó este símbolo en lugares aparentemente ajenos al mismo, como el Virreinato de Nueva España, y recalcamos el adverbio “aparentemente”, pues se sabe que varias culturas indígenas ya lo empleaban, aunque fuese con un significado distinto, como prueban algunos bordados en prendas de Oaxaca.

 

Águila bicéfala imperial del Códice Quauquechollan, documento náhuatl del s. XVI que narra la conquista de Guatemala. La mitad izquierda sujeta un macuahuitl, y la mitad derecha una espada europea. Conservado en el Museo Regional de Cholula, en Puebla, México (imagen de https://pbs.twimg.com/media/DtxEZBVVYAAvyz0.jpg:large)

La reutilización del águila en su aspecto original y sin un sentido cristiano no ocurrirá hasta la llegada de Napoleón. Amante de la antigüedad grecolatina y especialmente deseoso de emular las grandezas del imperio romano, dotó a su nuevo régimen de todo un despliegue de iconografía clásica[4]; de hecho contamos con una célebre cita del emperador corso:

“Vuestro gallo[5], dijo, es un animal que vive sobre el pajar y se deja comer por la raposa; no lo quiero; tomemos el águila, que es el ave que lleva el rayo y mira el sol cara a cara; las águilas francesas se sabrán hacer respetar como las águilas romanas”.

En el caso de su Grande Armée, entregó un águila de bronce[6] al primer batallón de cada uno de los regimientos, y como pasó con los romanos, en más de una ocasión estas águilas napoleónicas fueron capturadas para mayor gloria del enemigo. Uno de los ejemplos más renombrados lo tenemos en la Guerra de Independencia española: durante la Batalla de Bailén (19 de julio de 1808), el llamado “Regimiento Suizo” del general Teodoro Reding, compuesto por voluntarios malagueños, capturó el águila de la Primera Legión de reserva del ejército francés, dirigido por Dupont y Vedel; después fue enviada con “jinetes de honor” a Málaga, donde la recibió el corregidor regente Justo Martínez de Baños, quien la depositó solemnemente junto con otros trofeos en la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria (7 de septiembre de 1808)[7].

 

El susodicho estandarte napoleónico, conservado en una de las vitrinas de la iglesia de Santa María de la Victoria, Málaga (fotografía propia)

Por tan larga vinculación con la idea del imperialismo, no es de extrañar que el águila, como símbolo, fuera reciclada en la primera mitad del s. XX para servir a los nuevos regímenes fascistas de Europa. Sin duda el ejemplo más famoso lo tenemos en el “águila nazi”, que no es sino una simplificación de la Reichsadler; se trata de un emblema heráldico que conecta directamente con la idea del águila imperial romana, pues, si bien el régimen nazi solo tomó un símbolo de la tradición alemana para dar mayor pompa y boato y su idea de un “Reich de los mil años”, hablamos de un águila utilizada por el Sacro Imperio Romano Germánico (como ya hemos mencionado), la Confederación Germánica, el Segundo Reich[8] y la República de Weimar. La única originalidad aportada por el Tercer Reich fue incluir una esvástica (hakenkreuz) entre las garras del ave, símbolo primero del partido (Parteiadler) y después de la nación entre 1935 y 1945.

 

Reichsadler del régimen nacionalsocialista, más coloquialmente conocida como "águila nazi"(imagen de https://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:Reichsadler_Deutsches_Reich_%281935%E2%80%931945%29.svg)

¿Hacia qué futuro volará la influencia del águila romana? El tiempo dirá. Aquí tan solo hemos dado unas sutiles pinceladas de su extensísimo pasado, debido al cual la mayoría del público tiende al vínculo de esta rapaz con lo militar, lo dictatorial, lo imperialista y hasta lo despótico. Pero no hemos de olvidar los significados originales de las cosas, muchas veces tergiversados por intereses políticos.

 

Fuentes:

Julio César: Guerra de las Galias.

Flavio Josefo: Guerra de los Judíos.

Floro: Epítome de Tito Livio.

Nicéforo: Historia Eclesiástica.

Plinio el Viejo: Historia Natural.

Prudencio: Contra Símaco.

Suetonio: Vida de los Doce Césares.

Tácito: Anales.

Bibliografía:

Kavanagh, E. (2017): "Las águilas de Varo", Desperta Ferro Antigua y Medieval, 39, 40-42.

Llantén Quiroz, N. y Penna Órdenes, N. E. (2019): "La jupiterización de los 'signa militaria'. Cambios simbólicos en la estructura socio-militar romana", Nova tellus. Anuario del Centro de Estudios Clásicos, 37, 2, 85-105. 

Montero, S. (2003): "Mario, las aves y el ejército", Espacio, tiempo y forma, II, 16, 215-222. 

Perea Yébenes, S. (2006): Águilas de plata. Lecturas sobre el ejército romano y religión, Madrid, Signifer.

(2013): "Águilas en tumbas de soldados romanos. Una reflexión sobre la asociación y disociación simbólica en los monumentos militares romanos", en Cid López, R. M. y García Fernández, E. B. (eds.), Debita Verba. Estudios en homenaje al profesor Julio Mangas Manjarrés, 1, 347-369.

Vespignani, G. (2006): "L'Aquila bicipite simbolo della Basileia dei Romani tra oriente e occidente (secc. XIII-XVI)", Erytheia. Revista de estudios bizantinos y neogriegos, 27, 95-127.

Von Domaszewski, A. (1895): “Aquila”, RE, Stuttgart, III, 313-318.

Yates, J. (1875): “Signa Militaria”, en Smith, W., A Dictionary of Greek and Roman Antiquities, London, John Murray, 1044-1046.



[1] No obstante, es necesario recalcar que no se trata de un diseño original de los bizantinos, sino de los hititas, como demuestra un relieve del s. XIII a.C. localizado en su capital, Hattusa (en la actual Bogazkey, Turquía). En el mismo se representa al águila bicéfala con las alas extendidas y sujetando dos liebres con sus garras.

[2] Esta idea de posesión de una herencia universal pasaría a los considerados como directos sucesores del Imperio Bizantino ortodoxo, es decir, Rusia. Siendo introducido el símbolo a lo largo del s. XIII, no sería utilizado de forma oficial por el estado ruso hasta finales del s. XV, bajo el gobierno de Iván III, incluyendo el ave dos coronas (igualdad de los poderes secular y religioso); más tarde se añadió una tercera central que avisa del poder superior del zar. Desaparecida durante la etapa comunista, el águila bicéfala retornó como escudo estatal de la Federación Rusa por decreto de Boris Yeltsin en 1993; en su afán por recuperar la grandeza de la Rusia zarista, Vladimir Putin devolvió al águila sus tres coronas, el cetro y el orbe.

[3] Más tarde reutilizada en el régimen dictatorial de Franco por influencia de Falange, con la única diferencia de que el águila franquista mantiene las alas plegadas.

[4] Los ejemplos están por doquier entre las calles de París, desde el Arco del Triunfo, la Columna Vendôme o la iglesia de la Madeleine, sin olvidar otros numerosos ejemplos del arte neoclásico que custodia el Louvre.

[5] En alusión al gallo de Galia.

[6] Diseñada por Antoine Dyonysos Chaudet, que copia al águila de Júpiter.

[7] La pieza en cuestión puede visitarse en el pequeño almacén de dicha iglesia malagueña, aunque aparentemente se trata de una réplica, pues la original fue recuperada por el general Horace Sebastiani cuando las tropas francesas tomaron el control de Andalucía en 1810, y enviada a París.

[8] Fue en ese momento cuando el águila dejó de ser bicéfala para intentar mostrar una imagen de unidad de los estados alemanes recién unificados gracias a Bismarck.

Cristianos, ¡pero romanos!

¿Qué significaba ser romano?

Semejante pregunta no es de fácil respuesta, como toda aquella que implique el concepto de identidad, y mucho menos si estamos hablando de una cultura con tantos siglos de duración como la romana. A modo de ejemplo, hubo una época en la que ser "romano" era una cuestión estrictamente jurídica, pues solo podían recibir ese apelativo todos aquellos que disfrutasen de la ciudadanía romana; pero cuando Caracalla lanzó su famoso decreto del 212, en el que convertía automáticamente a todos los habitantes del imperio en ciudadanos romanos, el significado de este término cambió sustancialmente para marcar la diferencia entre los que vivían dentro de las fronteras de la ecúmene romana y los que vivían fuera, los tradicionalmente denominados "bárbaros".

Pero no basta con un análisis tan simplista de esta situación, y es que dentro del mismo imperio surgieron nuevas etiquetas y divisiones. Tradicionalmente, ser "romano" era sinónimo de respeto por la tradición, republicano en unos tiempos y fiel al emperador en otros, practicar los cultos paganos o usar el latín como lengua materna o adoptada. Pero los seres humanos no se mantienen inalterables con el paso del tiempo, y las civilizaciones son entes complejísimos, y si no que se lo digan a los bizantinos, grecoparlantes pero defensores de su identidad como Ῥωμαῖοι

Y en cuanto al paganismo... en fin. Hubo un tiempo en que los defensores de la identidad romana debían practicar los cultos más autóctonos y arcanos, como la tríada capitolina, Jano, los dii indigetes y un largo etcétera de ramificaciones politeístas. Pero con su expansión por el Mediterráneo, Roma no tuvo inconvenientes en hacer gala de su pragmatismo y adoptar cultos foráneos, bien en su forma más pura y extranjera o con ciertos grados de aculturación (Mitra, Isis...). El verdadero salto en la identidad del romano llegó cuando el Cristianismo se estableció en las esferas de poder de las instituciones, y muy especialmente cuando se convirtió en la religión oficial del Estado gracias a Teodosio. Desde entonces, ser romano era sinónimo de profesar el cristianismo y respetar los dictados de la Iglesia.

¿Qué ocurrió cuando las instituciones y el Estado como tal terminaron diluyéndose y desapareciendo progresivamente como un azucarillo en el mar? ¿Dónde quedaba entonces la identidad romana? En un ámbito pluralista como fue la Europa occidental de la tardoantigüedad, en la que se fraguaron los llamados "reinos germánicos", con distinas lenguas, culturas (visigodos, francos, ostrogodos, vándalos, anglos y sajones...) el cristianismo, ya fuese arriano o católico, se convirtió en el único elemento de identidad común, pero seguía sin ser suficiente. El nuevo escenario político de Occidente, ante las dificultades, precariedades y limitaciones de su contexto, necesitaba, quería y anhelaba una conexión con la "Romanidad", al menos en su faceta más esplendorosa, recogiendo los ecos de un glorioso y próspero imperio capaz de obrar lo inimaginable. De ahí el preservar en ciertos ámbitos los posos de esa cultura que podían servir para dar mayor "caché" a esos reinos, como el latín, el derecho... Pero en un mundo donde la mayoría de la población es analfabeta, nada mejor que las imágenes como transmisoras del mensaje que se desea enviar, y es ahí donde el arte resulta trascendental.

Analicemos la obra de arte que es objeto de esta publicación. Se trata de un díptico longobardo, pero de clarísima influencia bizantina; tallado en marfil, sus dimensiones son de 31,1 x 27,3 cm, concebido probablemente como encuadernación de un código miniado. Fue encargado por el abad Odelrico hacia el año 900, personaje que estaba al cargo de la abadía benedictina de San Flaviano de Rambona, cerca de Macerata (Las Marcas). La importancia de esta construcción radica en que fue erigida en torno al año 898 por decisión de Ageltruda, viuda de Guido, duque de Spoleto, rey de Italia (desde 889) y emperador (desde 891). Habiendo pertenecido a la Colección Buonarroti de Florencia, a día de hoy se conserva en la sala de los Mensajes de los Museos Vaticanos. Veamos con detalle las escenas representadas.

Hoja Izquierda (con los elementos más interesantes):

Hoja izquierda del díptico (imagen modificada de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Crucifixion,_Madonna_in_Majesty,_and_saints_%28Diptych_of_Rambona%29,_south-central_Italy,_c._900_AD,_ivory_-_Vatican_Museums_-_DSC00716.jpg)

  1. En el registro superior, se nos representa en busto Dios-Cristo, bendiciendo a la manera griega y enmarcado en una orla central que es sujetada por dos ángeles a izquierda y derecha. La escena queda cerrada por la inscripción inferior: EGO SVM IH(e)S(vs) NAZARENVS.
  2. En el registro central, de mayor tamaño, se nos presenta una típica crucifixión, con Cristo a mayor tamaño por su jerarquía, vivo, sin sufrimiento y en majestad, con la cartela REX IVDEORVM rematando la cruz, aunque por encima de los brazos contamos con dos personajes atípicos en esta escena: las personificaciones del Sol y la Luna, sosteniendo cada uno una antorcha y presionando la mejilla con la mano en expresión de dolor. Por debajo de los brazos de la cruz, y a la altura del Monte Calvario, tenemos a la virgen María a la izquierda (inscripción MVLIER EN) y a San Juan a la derecha (inscripción DISSIPVLE ECCE).
  3. En el registro inferior, también de grandes dimensiones, aparece la famosa Loba de la leyenda, con un aspecto amenazador, amamantando a Rómulo y Remo, como queda claro en la inscripción inferior: ROMVLVS ET REMVLVS A LVPA NVTRITI.

Hoja Derecha:

Hoja derecha del díptico (imagen modificada de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Crucifixion,_Madonna_in_Majesty,_and_saints_%28Diptych_of_Rambona%29,_south-central_Italy,_c._900_AD,_ivory_-_Vatican_Museums_-_DSC00716.jpg)

  1. En el registro superior, la Virgen en Majestad, a gran tamaño y actuando como trono de Cristo niño, rodeada por serafines que se apoyan en símbolos decorativos de influencia lombarda. La escena se cierra con la inscripción inferior: CONFESSORIS D(omi)NI S(an)C(t)IS GREGORIVS SILVESTRO FLA / VIANI CENOBIO RAMBONA AGELTRVDA CONSTRVXI.
  2. En el registro central, los santos Flaviano, Gregorio y Silvestre, cada uno con una pose distinta en las manos, y rodeados por una decoración vegetal. La escena se cierra con la inscripción inferior: QVOD EGO ODELRICVS INFIMVS SERBVS ET ABBAS. Y sí, la palabra servus está mal escrita, o bien su ortografía ha evolucionado.
  3. En el registro inferior, una figura tumbada sujeta una palma y una antorcha, con una pequeña decoración vegetal a su izquierda. La inscripción final dice: SCVLPIRE MINI SIT IN DOMINO AMEN.


En lo que respecta a la Loba de Rambona, representada rechinando los dientes y con la cabeza vuelta hacia arriba, ha recibido distintas interpretaciones:

  • En este contexto, normalmente se asocia a la Loba Capitolina con la justicia papal.
  • Por otro lado, también se sugiere que, dado el aspecto de la loba, bajo la cruz, y con un aspecto de fiera arrinconada, pretende simbolizar el triunfo de Ageltruda y el Cristianismo sobre los viejos iconos paganos, teoría tradicional y con más seguimiento. Además, se suele contraponer la maternidad de la loba, mundana (en el registro inferior), monstruosa y antinatural, con la de la virgen María, celestial (registro superior), hermosa y natural.
Sin embargo, esta afirmación pierde su sentido si tenemos presente que, desde hace más de cinco siglos, la Iglesia garantizó su triunfo contra el paganismo en las instituciones y el poder. Tengamos en cuenta lo siguiente: el díptico fue creado en una época de rivalidad entre longobardos (o lombardos) y carolingios. El abad Odelrico, con este díptico, quiso conmemorar el sueño (recientemente abortado) de Ageltruda y Guido, que no era otro sino heredar la corona imperial que había pertenecido a los odiados carolingios, ¿y qué mejor que utilizar un símbolo tan típicamente romano como la Loba y los Gemelos para dar muestras de su conexión con el poderoso imperio del pasado? Además fijan este símbolo pagano como cimiento sobre el que se sostiene Cristo en su cruz; recogiendo descripciones de Virgilio en la Eneida u Ovidio en los Fastos, al igual que la loba amamantó a los fundadores de Roma, con la cabeza vuelta hacia ellos de manera protectora, aquí la Loba nutre los deseos de gloria de los lombardos y protege a Cristo.
Por ello, en lugar de un proceso en el que la Iglesia aniquiló al paganismo, sería más apropiado hablar de ósmosis y asimilación, o como han venido en llamar autores como Teja y von Harnack, la "romanización" del cristianismo. De hecho, a Prudencio se le atribuye haber sido el primero en asimilar la pareja Pedro/Pablo con Rómulo/Remo, patrón que siguió León Magno en su sermo 82 con motivo de la fiesta de los apóstoles un 29 de junio del 441 (la misma fecha en la que eran conmemorados los gemelos fundadores).
 

Dibujo del díptico atribuido a Bernard de Montfaucon (1724), monje benedictino (imagen de https://media.mutualart.com/Images//2020_09/28/02/022909233/37b525d9-4bb0-408a-80cb-a827a365fb9f.Jpeg)


Fuentes:

(San) Jerónimo: Epistolario.

Paulo Orosio: Historia contra los paganos.

Prudencio: Contra Símaco.

Bibliografía:

Andrés Pérez, J. (2010): "Aproximación a la iconografía de 'Roma Aeterna' como vía de transmisión de un mito", El Futuro del Pasado, 1, 349-363. 

(2014): La idea de la eternidad de Roma en la Antigüedad Tardía. Transformación urbana y percepción ideológica, Tesis doctoral, Universidad de Salamanca.

Brown, P. (2011): "Paganism. What We Owe the Christian", New York Review of Books, LXVIII, 6, 68-72.

Cracco Ruggini, L. (2008): "Il dittico di Rambona", en Aillagon, J. J. (ed.), Roma e i Barbari. La nascita di un nuovo mondo, Milano, Skira, 568-571.

Fernández Ubiña, J. y Marcos, Mª. M. (eds.) (2007): Libertad e intolerancia religiosa en el imperio romano, Madrid, Universidad Complutense.

Klein, H. A. (2019): "Amalfi, Byzantium, and the Vexed Question of Artistic Influence", en Augustyn, W. (ed.), Zeitschrift des Deutschen Vereins für Kunstwissenschaft, Berlin, 130-156.

Teja Casuso, R. (2021): "'Romanos pero cristianos'. El proceso de 'romanización' del cristianismo y las supuestas peculiaridades de la Iglesia de Hispania", Hispania Sacra, 73, 147, 97-105.

Veyssière, G. (2008): "Charles, un 'nouveau Constantin'?", Journée de l'Antiquité, 131-150.

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