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Espejo, espejito mágico

Aquello que los romanos definían como lapis specularis no es sino un yeso selenítico, caracterizado por su aspecto hialino y gran tamaño cristalino; bien trabajado, de él se pueden extraer láminas de exfoliación en grandes porciones. Obviamente, el término latino se debe a la principal característica de este mineral: dejar pasar la luz y poder ver a través de su masa, convirtiéndolo en el candidato perfecto para su uso como “cristal” de ventanas para las viviendas. No obstante, no debemos entenderlo literalmente como un cristal o vidrio, confusión habitual a lo largo de muchos años de traducciones al castellano de los clásicos, anulando y ocultando la relevancia del lapis specularis. A modo de curiosidad, hoy día ha pasado a ser definido como espejillo, espejuelo, reluz, o piedra del lobo (por reflejar la luz lunar).

 

Ejemplo de lapis specularis en bruto (imagen de https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/b/bb/Gypse_Caresse.jpg)

Dada su trascendencia y uso práctico, puede entenderse que los yacimientos mineros de lapis specularis fuesen el principal motor económico de la ciudad de Segóbriga y de la población del entorno, quienes podían obtener enormes beneficios mediante su comercialización a través de la vía que conectaba esta ciudad con Carthago Nova, punto de distribución por el Mediterráneo.

Pero Segóbriga no era la única en dedicarse a esta explotación minera que se concentra en la actual provincia de Cuenca; el mismo Plinio especificó que este negocio se enmarcaba en un área de cien mil pasos alrededor de Segóbriga[1]. Ercávica (Castro de Santaver, Cañaveruelas), Culebras (cuenca fluvial del Guadamejud), Opta o Istonium (Cerro Alvar Fáñez, Huete), el yacimiento del cerro de la Virgen de la Cuesta (Alconchel de la Estrella), y otras muchas poblaciones menores se dedicaban a la explotación y/o procesado, abarcando un área de 150 km de norte a sur y de 40 km de oeste a este. Estos complejos mineros representaban la suma de poblados, escombreras, red viaria, instalaciones, necrópolis y un largo etcétera que la arqueología procura documentar según las posibilidades; hasta la fecha se ha podido arrojar una cifra superior a la veintena a lo largo de más de 17 municipios conqueses[2]. Por supuesto, existían otros puntos de extracción minera de lapis specularis en el Imperio[3], pero Plinio insiste en que Hispania es la principal y más importante zona de producción, no solo por ser la primera en ponerse en explotación (desde los tiempos de Augusto), sino además por ser la de mayor calidad[4].

 

Mapa del imperio señalándose las zonas conocidas de explotación de lapis specularis o piedras similares (imagen de imagen de Bernárdez y Guisado di Monti, 2010, 408)

Para llevar a cabo la explotación, tras abrir pozos de acceso[5] se empezaba desde una amplia sala desde la que surgirían galerías en todas las direcciones, un sistema básico propio de la antigüedad conocido como “de Sala y Galería”; concretamente, estas “salas” son amplias cámaras irregulares de cinco a cuarenta metros de diámetro, donde unos pilares esculpidos en la roca sustentan el techo para evitar hundimientos. A estas salas llegaban los pozos para extracción de personal y material; ocasionalmente, las grandes cámaras o anchurones son el resultado del hallazgo de un enorme depósito de espejillo, lo que motiva una explotación intensiva, aumentando así la inseguridad y el riesgo de derrumbe. A partir de las salas, se abren galerías de manera laberíntica, cuyo único patrón es que seguían las menas de mineral, ya sea en horizontal (si siguen la misma cota) o más vertical si la cota desciende, pudiendo alcanzarse a veces hasta cinco niveles de explotación[6]. Si el filón, por el contrario, ascendía, se empleaban realces, es decir, una acumulación de residuos picados como base donde apoyarse y ganar altura.

 

Una de las salas en la mina "La Condenada" en Osa de la Vega, Cuenca (imagen de https://static.eldiario.es/clip/92f683a6-9c23-4f6f-be62-ad5103506457_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)

De acuerdo con la información de Plinio el Viejo, el lapis specularis se arrancaba de los bloques dentro de la mina, y si era factible se reducía el tamaño del bloque mediante su corte con serrucho en el interior, pudiendo así sacar y transportar menor volumen al exterior. Fuera de la mina, los centros de procesamiento devastaban las placas cortándolas con sierra en módulos comerciales gracias a plantillas dibujadas y punzones, dándoles forma rectangular o cuadrada[7], la más idónea para su aplicación como acristalamiento a modo de vidrieras en ventanales o celosías en vanos de cerámica, piedra, metal o madera.

El espejuelo es fácil de cortar con sierra, de distinto grosor en sus dientes, pero todas las piezas eran cortadas en un ángulo de corte de 45º, es decir, que se requería una superficie plana en la que apoyar las placas. Una vez cortadas, las placas se hendían con cinceles para separar láminas (tenues crustas), exfoliándose en planos naturales; esto significa que los romanos aprovechaban las direcciones de fractura y debilidad naturales de las piezas, lo que resulta increíble, pues se debería de requerir en algunos casos mucha habilidad para conseguir anchos precisos de hasta dos centímetros. Una vez separados los módulos, solo quedaba embalar en cajas de madera con paja o sacos de esparto precintados con plomo y distribuir por carretera (los pesos más ligeros en carretas con caballos y las más voluminosos con bueyes), con Carthago Nova como principal destino.

 

Recreación y experimentación histórica con la exfoliación de un módulo rectangular de lapis specularis (foto de Juan Carlos Guisado di Monti en Bernárdez y Guisado di Monti, 2010, 421)

De manera secundaria, la explotación de lapis specularis también permitía la obtención de yeso de fragua con los restos de placas y material desechado, muy útil para usos constructivos y ornamentales, desde obtener molduras a vaciados, para pavimentos, y por supuesto el enyesado de paredes. Contamos con un interesante documento epigráfico[8] que da fe de un hipotético uso secundario del lapis specularis, perteneciente a la ciudad de Naeva (Cantillana, Sevilla), en la provincia Bética:

Inscripción transcrita: L(vcivs) AELIVS QVIR(ina) / AELIANVS IIVIR / M(vnicipvm) M(vnicipii) F(lavii) NAEVENSIS / CVM EGNATIA M(arci) F(ilia) / LVPERCILLA VXORE / ADIECTIS SPECULARIBVS ET VELIS / EPVLO MVNICIPIB(vs) ET INCOLIS VTRIVSQVE SEXVS / DATO OB DEDICATIONEM OMNIVM STATVARVM QVAE IN / HIS PORTICI(bvs) AB IIS DATAE ET SVB INSCRIPTIONE EORVM POSITAE SVNT / D(onvm) D(edit)

Traducción: Lucio Elio Eliano, de la tribu Quirina, duunviro de los munícipes del municipio Flavio Nevense, junto con su esposa Ignacia Lupercilla, hija de Marco, lo concedió (al municipio) como un don, una vez añadidos espejos y velos, y después de dar un banquete a los munícipes e incolae de uno y otro sexo con motivo de la dedicación de todas las estatuas que fueron dadas por ellos en estos pórticos  y colocadas al lado de la inscripción (que los homenajeaba) a ellos.

Epígrafe honorífico de Lucio Elio Eliano (imagen de eda-bea.es/helper/img_wrapper.php?copy=+&img=1159.jpg)

Dibujo aclaratorio de la inscripción en el epígrafe anterior (imagen de Hoyo Calleja, 1989, 94)


Para que nos entendamos, y según la interpretación de los investigadores, tenemos un lapis specularis utilizado como decoración brillante a modo de engaste o joyería en la referida estatua del texto, junto con el empleo de velos con los que se vestiría a la imagen; para otros estudiosos, aquí el espejuelo se usaría como alfombrado estético del pavimento del foro, donde se realizó la celebración, colocándose entoldados (velos) que daban suntuosidad al banquete dedicado por Eliano.

Desde luego, Segóbriga es una ciudad que debe visitarse, pues sus restos arqueológicos son de gran relevancia en el entorno de la meseta, pero la inmensa mayoría de la gente obvia la posibilidad, lograda con mucho esfuerzo, de visitar algunas de las minas de lapis specularis de los alrededores, para las que dejamos una lista[9]:

  1. Mina de la Mora Encantada (Torrejoncillo del Rey): a 28 min (34,6 km) de Segóbriga, al noroeste. 
  2. Mina de la Vidriosa y de la Condenada (Osa de la Vega): a 24 min (30,2 km) de Segóbriga, al sur. 
  3. Cuevas de Sanabrio de Saceda del Río (Huete): a 34 min (42,8 km) de Segóbriga, al norte[10].

 

Ejemplo de traslucidez en una lámina de exfoliación de espejuelo (imagen de https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/a/a5/Lapis_specularis.jpg)
 

Fuentes:

Columela: De Re Rustica.

Estrabón: Geografía.

Filón de Alejandría: Embajada a Cayo.

Juvenal: Sátiras.

Marcial: Epigramas.

Petronio: El Satiricón.

Plinio el Joven: Cartas.

Plinio el Viejo: Historia Natural.

San Isidoro: Etimologías.

Séneca: Cartas a Lucilio.

Suetonio: Vida de los doce Césares.

Ulpiano

Bibliografía:

Arribas Domínguez, R. (1999): “El yacimiento romano del cerro de Alvar Fáñez, Huete, Cuenca. Notas sobre la ‘terra sigillata’”, en II Congreso de Arqueología Peninsular, tomo IV – Arqueología Romana y Medieval, 345-357.

Bernárdez Gómez, M. J. y Guisado di Monti, J. C. (2010): "La ingeniería minera romana del 'lapis specularis' en Hispania", Las técnicas y las construcciones en la ingeniería romana, 403-428.

(2000): “La ‘Mina Espejo’, un Proyecto de Musealización y Visitabilidad de las minas romanas de ‘lapis specularis’ de Cuenca”, en Actuaciones sobre el patrimonio minero-metalúrgico. III Sesión Científica. Sociedad Española para la Defensa del Patrimonio Geológico y Minero, Huelva, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Huelva.

(2004): “Las explotaciones mineras de ‘lapis specularis’ en Hispania”, en http://www.traianvs.net/index.php

(2004): “Las minas romanas de ‘lapis specularis’: el cristal de Hispania”, Historia natural, 4, 51-59.

(2007): “Las referencias al ‘lapis specularis’ en la ‘Historia Natural’ de Plinio el Viejo”, Pallas, 75, 49-58.

Hoyo Calleja, J. del (1989): “Nuevas lecturas de epigrafía hispana”, Espacio, Tiempo y Forma, 2, 81-94.

Palomero Plaza, S. (1983): “Las vías romanas en la provincia de Cuenca”, Serie Arqueología Conquense, 8, -.

Zapico Maroto, L. (1989): “El ‘Lapis Specularis’ y el acueducto del Cigüela”, El Miliario Extravagante, 19, 5-9.



[1] Un passus equivalía a unos cinco pies romanos, lo que se corresponde a 1,478 metros actuales; por tanto, la distancia mencionada por Plinio es de 147,800 km, o lo que es lo mismo, 73,900 km de radio con Segóbriga como centro. La exactitud de Plinio se demuestra en que el más alejado de los complejos mineros descubiertos (el del término municipal de Frontera, Cuenca), está a unos 76 km en línea recta al noreste de Segóbriga.

[2] Sobre los complejos mineros de Cuenca, http://www.lapisspecularis.org/minas%20cuenca.htm

[3] Concretamente son conocidos yacimientos en la región de Bolonia (Italia), Sicilia, Chipre, Capadocia y África Proconsular.

[4] Se sabe que en Capadocia, por ejemplo, se extraía un lapis specularis negro.

[5] El pragmatismo romano dictó que la explotación fuese siempre subterránea, dado que intentarlo a cielo abierto habría supuesto mayores costes y esfuerzos en la movilización de enormes cantidades de tierra.

[6] La profundidad máxima documentada en estas minas es de 40 metros, habiendo zonas inundadas en los pisos más bajos que impiden de manera segura averiguar el tajo límite de profundidad. Pero es un hecho que los mineros romanos llegaron a trabajar por debajo del nivel freático y tuvieron que ingeniar soluciones de evacuación de aguas.

[7] Aunque no se descartan módulos más complejos de dibujos curvos u otras formas geométricas (triángulos, círculos, rombos…).

[8] CIL II 1191; Hispania Epigraphica 8, 396.

[10] Desde este punto, y a solo 36 min (37,2 km) al norte, se llega a la ciudad romana de Ercávica (Cañaveruelas).

PRIMVS INTER PARES

In corpore sano

Artículo en proceso de redacción.    

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