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Cristianos, ¡pero romanos!

¿Qué significaba ser romano?

Semejante pregunta no es de fácil respuesta, como toda aquella que implique el concepto de identidad, y mucho menos si estamos hablando de una cultura con tantos siglos de duración como la romana. A modo de ejemplo, hubo una época en la que ser "romano" era una cuestión estrictamente jurídica, pues solo podían recibir ese apelativo todos aquellos que disfrutasen de la ciudadanía romana; pero cuando Caracalla lanzó su famoso decreto del 212, en el que convertía automáticamente a todos los habitantes del imperio en ciudadanos romanos, el significado de este término cambió sustancialmente para marcar la diferencia entre los que vivían dentro de las fronteras de la ecúmene romana y los que vivían fuera, los tradicionalmente denominados "bárbaros".

Pero no basta con un análisis tan simplista de esta situación, y es que dentro del mismo imperio surgieron nuevas etiquetas y divisiones. Tradicionalmente, ser "romano" era sinónimo de respeto por la tradición, republicano en unos tiempos y fiel al emperador en otros, practicar los cultos paganos o usar el latín como lengua materna o adoptada. Pero los seres humanos no se mantienen inalterables con el paso del tiempo, y las civilizaciones son entes complejísimos, y si no que se lo digan a los bizantinos, grecoparlantes pero defensores de su identidad como Ῥωμαῖοι

Y en cuanto al paganismo... en fin. Hubo un tiempo en que los defensores de la identidad romana debían practicar los cultos más autóctonos y arcanos, como la tríada capitolina, Jano, los dii indigetes y un largo etcétera de ramificaciones politeístas. Pero con su expansión por el Mediterráneo, Roma no tuvo inconvenientes en hacer gala de su pragmatismo y adoptar cultos foráneos, bien en su forma más pura y extranjera o con ciertos grados de aculturación (Mitra, Isis...). El verdadero salto en la identidad del romano llegó cuando el Cristianismo se estableció en las esferas de poder de las instituciones, y muy especialmente cuando se convirtió en la religión oficial del Estado gracias a Teodosio. Desde entonces, ser romano era sinónimo de profesar el cristianismo y respetar los dictados de la Iglesia.

¿Qué ocurrió cuando las instituciones y el Estado como tal terminaron diluyéndose y desapareciendo progresivamente como un azucarillo en el mar? ¿Dónde quedaba entonces la identidad romana? En un ámbito pluralista como fue la Europa occidental de la tardoantigüedad, en la que se fraguaron los llamados "reinos germánicos", con distinas lenguas, culturas (visigodos, francos, ostrogodos, vándalos, anglos y sajones...) el cristianismo, ya fuese arriano o católico, se convirtió en el único elemento de identidad común, pero seguía sin ser suficiente. El nuevo escenario político de Occidente, ante las dificultades, precariedades y limitaciones de su contexto, necesitaba, quería y anhelaba una conexión con la "Romanidad", al menos en su faceta más esplendorosa, recogiendo los ecos de un glorioso y próspero imperio capaz de obrar lo inimaginable. De ahí el preservar en ciertos ámbitos los posos de esa cultura que podían servir para dar mayor "caché" a esos reinos, como el latín, el derecho... Pero en un mundo donde la mayoría de la población es analfabeta, nada mejor que las imágenes como transmisoras del mensaje que se desea enviar, y es ahí donde el arte resulta trascendental.

Analicemos la obra de arte que es objeto de esta publicación. Se trata de un díptico longobardo, pero de clarísima influencia bizantina; tallado en marfil, sus dimensiones son de 31,1 x 27,3 cm, concebido probablemente como encuadernación de un código miniado. Fue encargado por el abad Odelrico hacia el año 900, personaje que estaba al cargo de la abadía benedictina de San Flaviano de Rambona, cerca de Macerata (Las Marcas). La importancia de esta construcción radica en que fue erigida en torno al año 898 por decisión de Ageltruda, viuda de Guido, duque de Spoleto, rey de Italia (desde 889) y emperador (desde 891). Habiendo pertenecido a la Colección Buonarroti de Florencia, a día de hoy se conserva en la sala de los Mensajes de los Museos Vaticanos. Veamos con detalle las escenas representadas.

Hoja Izquierda (con los elementos más interesantes):

Hoja izquierda del díptico (imagen modificada de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Crucifixion,_Madonna_in_Majesty,_and_saints_%28Diptych_of_Rambona%29,_south-central_Italy,_c._900_AD,_ivory_-_Vatican_Museums_-_DSC00716.jpg)

  1. En el registro superior, se nos representa en busto Dios-Cristo, bendiciendo a la manera griega y enmarcado en una orla central que es sujetada por dos ángeles a izquierda y derecha. La escena queda cerrada por la inscripción inferior: EGO SVM IH(e)S(vs) NAZARENVS.
  2. En el registro central, de mayor tamaño, se nos presenta una típica crucifixión, con Cristo a mayor tamaño por su jerarquía, vivo, sin sufrimiento y en majestad, con la cartela REX IVDEORVM rematando la cruz, aunque por encima de los brazos contamos con dos personajes atípicos en esta escena: las personificaciones del Sol y la Luna, sosteniendo cada uno una antorcha y presionando la mejilla con la mano en expresión de dolor. Por debajo de los brazos de la cruz, y a la altura del Monte Calvario, tenemos a la virgen María a la izquierda (inscripción MVLIER EN) y a San Juan a la derecha (inscripción DISSIPVLE ECCE).
  3. En el registro inferior, también de grandes dimensiones, aparece la famosa Loba de la leyenda, con un aspecto amenazador, amamantando a Rómulo y Remo, como queda claro en la inscripción inferior: ROMVLVS ET REMVLVS A LVPA NVTRITI.

Hoja Derecha:

Hoja derecha del díptico (imagen modificada de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Crucifixion,_Madonna_in_Majesty,_and_saints_%28Diptych_of_Rambona%29,_south-central_Italy,_c._900_AD,_ivory_-_Vatican_Museums_-_DSC00716.jpg)

  1. En el registro superior, la Virgen en Majestad, a gran tamaño y actuando como trono de Cristo niño, rodeada por serafines que se apoyan en símbolos decorativos de influencia lombarda. La escena se cierra con la inscripción inferior: CONFESSORIS D(omi)NI S(an)C(t)IS GREGORIVS SILVESTRO FLA / VIANI CENOBIO RAMBONA AGELTRVDA CONSTRVXI.
  2. En el registro central, los santos Flaviano, Gregorio y Silvestre, cada uno con una pose distinta en las manos, y rodeados por una decoración vegetal. La escena se cierra con la inscripción inferior: QVOD EGO ODELRICVS INFIMVS SERBVS ET ABBAS. Y sí, la palabra servus está mal escrita, o bien su ortografía ha evolucionado.
  3. En el registro inferior, una figura tumbada sujeta una palma y una antorcha, con una pequeña decoración vegetal a su izquierda. La inscripción final dice: SCVLPIRE MINI SIT IN DOMINO AMEN.


En lo que respecta a la Loba de Rambona, representada rechinando los dientes y con la cabeza vuelta hacia arriba, ha recibido distintas interpretaciones:

  • En este contexto, normalmente se asocia a la Loba Capitolina con la justicia papal.
  • Por otro lado, también se sugiere que, dado el aspecto de la loba, bajo la cruz, y con un aspecto de fiera arrinconada, pretende simbolizar el triunfo de Ageltruda y el Cristianismo sobre los viejos iconos paganos, teoría tradicional y con más seguimiento. Además, se suele contraponer la maternidad de la loba, mundana (en el registro inferior), monstruosa y antinatural, con la de la virgen María, celestial (registro superior), hermosa y natural.
Sin embargo, esta afirmación pierde su sentido si tenemos presente que, desde hace más de cinco siglos, la Iglesia garantizó su triunfo contra el paganismo en las instituciones y el poder. Tengamos en cuenta lo siguiente: el díptico fue creado en una época de rivalidad entre longobardos (o lombardos) y carolingios. El abad Odelrico, con este díptico, quiso conmemorar el sueño (recientemente abortado) de Ageltruda y Guido, que no era otro sino heredar la corona imperial que había pertenecido a los odiados carolingios, ¿y qué mejor que utilizar un símbolo tan típicamente romano como la Loba y los Gemelos para dar muestras de su conexión con el poderoso imperio del pasado? Además fijan este símbolo pagano como cimiento sobre el que se sostiene Cristo en su cruz; recogiendo descripciones de Virgilio en la Eneida u Ovidio en los Fastos, al igual que la loba amamantó a los fundadores de Roma, con la cabeza vuelta hacia ellos de manera protectora, aquí la Loba nutre los deseos de gloria de los lombardos y protege a Cristo.
Por ello, en lugar de un proceso en el que la Iglesia aniquiló al paganismo, sería más apropiado hablar de ósmosis y asimilación, o como han venido en llamar autores como Teja y von Harnack, la "romanización" del cristianismo. De hecho, a Prudencio se le atribuye haber sido el primero en asimilar la pareja Pedro/Pablo con Rómulo/Remo, patrón que siguió León Magno en su sermo 82 con motivo de la fiesta de los apóstoles un 29 de junio del 441 (la misma fecha en la que eran conmemorados los gemelos fundadores).
 

Dibujo del díptico atribuido a Bernard de Montfaucon (1724), monje benedictino (imagen de https://media.mutualart.com/Images//2020_09/28/02/022909233/37b525d9-4bb0-408a-80cb-a827a365fb9f.Jpeg)


Fuentes:

(San) Jerónimo: Epistolario.

Paulo Orosio: Historia contra los paganos.

Prudencio: Contra Símaco.

Bibliografía:

Andrés Pérez, J. (2010): "Aproximación a la iconografía de 'Roma Aeterna' como vía de transmisión de un mito", El Futuro del Pasado, 1, 349-363. 

(2014): La idea de la eternidad de Roma en la Antigüedad Tardía. Transformación urbana y percepción ideológica, Tesis doctoral, Universidad de Salamanca.

Brown, P. (2011): "Paganism. What We Owe the Christian", New York Review of Books, LXVIII, 6, 68-72.

Cracco Ruggini, L. (2008): "Il dittico di Rambona", en Aillagon, J. J. (ed.), Roma e i Barbari. La nascita di un nuovo mondo, Milano, Skira, 568-571.

Fernández Ubiña, J. y Marcos, Mª. M. (eds.) (2007): Libertad e intolerancia religiosa en el imperio romano, Madrid, Universidad Complutense.

Klein, H. A. (2019): "Amalfi, Byzantium, and the Vexed Question of Artistic Influence", en Augustyn, W. (ed.), Zeitschrift des Deutschen Vereins für Kunstwissenschaft, Berlin, 130-156.

Teja Casuso, R. (2021): "'Romanos pero cristianos'. El proceso de 'romanización' del cristianismo y las supuestas peculiaridades de la Iglesia de Hispania", Hispania Sacra, 73, 147, 97-105.

Veyssière, G. (2008): "Charles, un 'nouveau Constantin'?", Journée de l'Antiquité, 131-150.

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