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Oda a Glycon

En su obra “Alejandro o el falso profeta”, Luciano de Samosata (120-190 d.C.) nos habla sobre una divinidad particular, nada menos que un dios artificial. Bueno, en cierto modo todos los dioses son artificiales en tanto en cuanto son una creación del ser humano, pero este caso concreto es profundamente interesante en su mismo contexto. Antes busquemos las coordenadas espacio-temporales. Nos encontramos en Abonuteicos, una pequeña ciudad de la región de Paflagonia, en el centro-norte de la península de Anatolia, y concretamente en la segunda mitad del s. II, entre los finales del gobierno de Antonino Pío y los comienzos de Marco Aurelio y Lucio Vero.

En esa población nació y vivió el profeta griego creador de esta deidad, Alejandro (ca. 105-175); tristemente solo contamos con la descripción de Luciano para conocer a este personaje, y es una descripción que busca la crítica y el descrédito, pero es cuanto tenemos. Según parece, tras aprender medicina de otro médico impostor (tal vez el mismísimo Apolonio de Tiana, que fue desterrado de Roma por Domiciano), se hizo acompañar de un socio oriundo de Bizancio, de nombre Cocconas, con el que viajó a Pella (Macedonia), un viaje crucial en su vida y para esta explicación. Macedonia era una tierra donde existía una arraigada tradición en el culto a las serpientes, pues sus habitantes les atribuían poderes mágicos ligados a la fertilidad; a fin de cuentas, se contaba que fue Zeus, disfrazado de serpiente, quien dejó embarazada a la reina Olimpia, esposa de Filipo II. 

Tras hacerse buen conocedor de estos cultos, Alejandro retornó a Abonuteicos en torno al 150, y allí decidió fundar un oráculo de Esculapio (latinización del Asclepios griego, hijo de Apolo), dios de la medicina; éste es el momento clave para el salto a la fama de Alejandro, quien llegó a crear una profecía que hablaba del renacimiento de esta deidad, y que difundió enterrando unas tablillas con su contenido. De suma creatividad e ingenio, se inventó que este nuevo Esculapio podría hallarse en los cimientos del nuevo templo que se estaba edificando en Abonuteicos, y que tendría la forma de una serpiente nacida de un huevo, es decir, la forma reencarnada del dios; ¿qué mejor que una serpiente, animal que ya aparecía enroscada en la vara de Esculapio? Como es comprensible, en una época de necesidad y extrema superstición, Alejandro no tuvo dificultades en colocar a escondidas un huevo en los cimientos, un huevo vacío en cuyo interior había introducido una pequeña culebra, y hacer pasar el fenómeno como el segundo advenimiento de la deidad, el nuevo hijo de Apolo. Así fue como nació Glycon (del griego Γλύκων), algo más que un simple dios-serpiente. Un pequeño empujón de autopropaganda asentó el bulo, ya que Alejandro se presentó en los mercados con un huevo de oca hueco, y tras algunas buenas palabras de hábil retórica, lo abría ante todos, mostrando la asombrosa culebra.


Bronce (finales s. II - comienzos s. III). Figurilla de Glycon. Museo de las Civilizaciones de Anatolia (imagen de https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiw2v_cS8sGrG_WSriIdkAgKhMZ2eC7D2yiMqGnPC__y5HaMTotM3YgYqLWmfSf1DtqHYCyePSnfrt55HkcO1cFzUWNBWpLlHqGb0X1JtBQ_JhyebrDvoRovvOLyV3ZMkwKPNfRbTMYFGvy/s1600-h/glykon_aam.JPG)

La segunda fase de este increíble suceso consistía en que, tras el breve espacio de una semana, la pequeña serpiente crecía hasta alcanzar el tamaño de un hombre, adoptando también rasgos que la humanizaban, pues al ofidio le brotaba una larga cabellera rubia. Según la descripción de Luciano, estaríamos ante una gran serpiente domesticada por Alejandro, a la que habría acoplado una falsa cabeza de marioneta con una peluca de crin de caballo, y que sirvió como reemplazo de la pequeña culebra. Sentado junto al ofidio en el altar del templo, podría manipular con facilidad la marioneta y promulgar autophones (oráculos no solicitados) o atender peticiones selladas con hojas calentadas, y a mucha distancia de los crédulos (un cuidadoso método para falsificar sellos rotos, dar respuestas vagas o difíciles de interpretar y evitar que el público se acercase descubriendo el truco). Todo a cambio del lucrativo cobro de 1 dracma y 2 óbolos[1] por oráculo. En poco tiempo, Alejandro se hizo inmensamente rico a costa de un público que rogaba o hacía preguntas por sus vidas, amores, negocios… pero sobre todo enfermedades y peticiones de mujeres que buscaban poner fin a su esterilidad.

 

Mármol. Detalle de estatua de Glycon, donde se aprecian rasgos humanos como la cabellera y orejas. Museo de Historia Natural y Arqueología de Constanza, Rumanía (fotografía propia)


Hasta ahora todo lo dicho podría pasar por un relato real o ficticio; de hecho, durante muchos años se consideró que lo que describía Luciano era simple ficción, pero el hallazgo de monedas con la imagen de Glycon, o incluso la mención que hace el cristiano Atenágoras de una estatua de Alejandro erigida en el foro de Parium (isla griega de Paros), confirma su veracidad (Apología, 26). La fama de Alejandro se expandió rápidamente por el Imperio, especialmente en su parte oriental, entre el Danubio y el Éufrates; prueba de ello es una inscripción hallada en Antioquía y que reza: “Glycon nos protege de la peste”. Para asentar su futura inmortalidad, Alejandro dio algunos pasos clave:

  1. Estableció un “gabinete de inteligencia” en Roma, y desde allí consiguió que se cambiase oficialmente el nombre de Abonuteicos por Ionópolis (ciudad de la serpiente). Semejante logro solo podría haberse alcanzado con importantes contactos, y es que Alejandro consiguió casar a su hija con el gobernador de la provincia de Asia, Publius Mummius Sisenna Rutilianus (cónsul del 146), quien se había manifestado públicamente como protector del oráculo de Glycon. 
  2. Instituyó misterios similares a los celebrados en Eleusis. 
  3. Celebró un matrimonio místico entre él y la diosa Selene (la Luna), del que precisamente habría nacido la hija casada con el excónsul. 
  4. Veló por excluir del culto a sus principales detractores: cristianos y epicúreos, a los que etiquetó como “profanos”.

Este es un dato de sumo interés, pues Luciano se consideraba a sí mismo como un convencido epicúreo, lo que explicaría su encarnizada postura contra Alejandro. Bueno, a lo que se suma que, en teoría, el profeta habría ordenado su asesinato durante un viaje en barco, suceso del que nuestro autor escapó al embarcar en un navío distinto. Pero lo cierto es que el mundo romano no desbordaba de individuos racionales y críticos, sino de crédulos supersticiosos, que además, desde el 166, sufrían los estragos de la peste y las Guerras Danubianas, muriendo por miles. No es extraño que en ese caldo de cultivo Alejandro y Glycon cobrasen cada vez más fama; veamos algunos de sus logros:

  • En ocasiones se hacían oráculos especialmente escénicos, como simular trances enjabonando la boca de la serpiente o de Alejandro, formulando frases en una lengua inventada (mezcla de hebreo y fenicio), o con un cómplice que daba voz a la serpiente a través de un tubo conectado a la marioneta. 
  • Gracias a sus predicciones se descubrieron esclavos fugitivos y/o ladrones, y hasta se desenterraron tesoros. 
  • Como oráculo de medicina, llegó a curar enfermos, y a veces hasta resucitar muertos. 
  • La popularidad de Glycon fue tal, pasando desde los estratos más bajos a funcionarios del Estado, que se llegaron a hacer acuñaciones oficiales de moneda con su imagen. 
  • Un verso del oráculo fue utilizado como amuleto e inscrito sobre las puertas de las casas como protección frente a la plaga.
  • Otro oráculo de Alejandro fue enviado al ejército acantonado en el Danubio por orden expresa de Marco Aurelio, uno que presagiaba la victoria romana contra los marcomanos siempre que se arrojasen dos leones vivos al río; el triste suceso para los felinos y la derrota romana en principio deberían haber supuesto la desacreditación del profeta, pero como en otros famosos oráculos, Alejandro consiguió eludir la culpa con respuestas difusas y de difícil explicación. Solo así se explica que consiguiese cambiar oficialmente el nombre de su ciudad.


Bronce provincial (29 mm, 16,89 gr). Moneda de Antonino Pío (138-161), acuñada en Abonuteicon. En el anverso, busto laureado del emperador mirando a la derecha, con leyenda en griego AYT KAICAP ANTWNEINOC. En el reverso, Glycon enroscado hacia la derecha con leyenda en griego ΓΛVΚΩΝ ΑΒΩΝΟΤΕΙΧΕΙΤΩΝ (imagen de https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/4/4a/Glycon_bronze_coin.jpg)


Es cierto que el culto a Glycon perdió bastante influencia tras la muerte de Alejandro por gangrena en su pierna hacia el año 175, bastante diferente de su predicción, en la que aseguró que moriría a causa de un rayo a los 150 años. Sin embargo, hay evidencias de que el culto todavía existía en el s. IV, e incluso el profeta Alejandro fue elevado al rango de “hijo de Podalirio” y “nieto de Asclepio”. 

 

Bronce provincial (27 mm, 12,12 gr). Moneda de Caracalla (211-217) acuñada en Nicomedia (Bitinia). En el anverso, busto laureado, drapeado y acorazado de Caracalla mirando a la derecha, con la leyenda en griego ΑΝΤΩΝΕΙΝΟC / ΑVΓΟVCΤΟC. En el reverso, Glycon enroscada a la izquierda, con la leyenda en griego ΝΙΚΟΜΗΔΕΩΝ ΔΙC ΝΕΩΚΟΡΩΝ (imagen de https://www.cngcoins.com/Coin.aspx?CoinID=318236)


Bronce (26-27 mm, 12,37 gr). Pentassarion (valor de 5 assaria) de Filipo el Joven (247-249, hijo de Filipo I el Árabe), acuñado en Marcianópolis. En el anverso, bustos enfrentados de Filipo (a la izquierda) y Serapis (a la derecha), con la leyenda en griego M IOVΛIOC ΦIΛIIIIIOC KAICAP AVΓ. En el reverso, Glycon enroscada hacia la izquierda, con letra E a la derecha del campo para indicar su valor, con la leyenda MAP-KIANOIIOΛI-TΩΝ (imagen de https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/4/44/Pentassarion_Philippus_II.jpg)


Cómo de importante tuvo que ser Glycon para que, todavía en nuestro mundo moderno, queden restos residuales de su culto:

  • Por ejemplo, hay evidencias de que, en los años 70 del s. XX, se detectaron menciones a una “serpiente mágica” en torno a la ciudad turca de Inebolu (antigua Ionópolis).  
  • Mucho más interesante fue el descubrimiento de una estatua de mármol durante las excavaciones para la estación de tren en Constanza (Rumanía), el 1 de abril de 1962; con una altura de 66 cm, representa al dios Glycon, con un cuerpo enroscado sobre sí mismo, pero del que se ha calculado una longitud de 4,76 m, y que da testimonio de la existencia de un culto oficial en la ciudad de Tomi (actual Constanza) unos 100 años después de la muerte de Alejandro. El hallazgo fue lo suficientemente relevante en Rumanía como para estampar la imagen de la estatua en un sello postal de 1974 y en una emisión de billetes de 10.000 lei en 1994. A día de hoy, esta excepcional pieza de arte puede admirarse en el Museo de Historia Natural y Arqueología de Constanza, aunque durante algunos meses los españoles interesados hemos tenido el privilegio de poder contemplarla en una exposición temporal sobre Dacia y Roma organizada por el Museo Arqueológico Nacional. 

 

Hallazgo de la estatua marmórea de Glycon en Constanza (imagen de https://pbs.twimg.com/media/Ep2jGgxWwAAT0aV?format=jpg&name=small)

 
Billete rumano de 10.000 lei, con la estatua de Glycon en el centro (imagen de https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/1/17/Bancnota_10000_lei_din_1994.jpg)


  • Pero sin duda el mayor foco de difusión es el que puede ofrecer Alan Moore, escritor de reconocido prestigio internacional por trabajos como “V de Vendetta” o “Watchmen”, y que ha declarado ser un devoto de Glycon. Según describe, cuando a los 40 años decidió ser mago, un amigo le recomendó que buscase una deidad, y ésta fue Glycon, un dios-serpiente que reconoce como fraudulento, aunque justifique su adoración de esta forma: “Si voy a tener un dios, prefiero que sea un absoluto fraude y un títere, porque así es improbable que empiece a creer que ese títere creó el universo ni nada peligroso por el estilo”.

 

Fuentes:

Atenágoras: Apología.

Luciano de Samosata: Alejandro o el falso profeta.

Bibliografía:

Chaniotis, A. (2004): “Wie erfindet man Rituale für einen neuen Kult? Recycling von Ritualen - das Erfolgsrezept Alexanders von Abonouteichos”, Forum Ritualdynamik, 9, Heidelberg.

Jones, C. P. (1986): Culture and Society in Lucian, Harvard University Press.

Kos, M. S. (1991): “Draco and the Survival of the Snake Cult in the Central Balkans”, Tyche, 6, 183-192.

Lane Fox, R. (2006): Pagans and Christians in the Mediterranean World from the Second Century AD to the Conversion of Constantine, London, Penguin.

Meyer, M. W. (1987): The Ancient Mysteries. A Sourcebook of Sacred Texts, Philadelphia, University of Pennsylvania Press.

Tacheva-Hitova, M. (1983): Eastern Cults in Moesia Inferior and Thracia (5th Century B.C. – 4th Century A.D.), Brill Publishers.

Vatamanu, N. (1972): “Esculap reincarnat in Glycon, sarpele cu plete”, Viața Medicală, 7, 333-335.

Wolk, D. (2003): Please, Sir, I Want Some Moore. The Lazy British Genius who Transformed American Comics, en https://slate.com/culture/2003/12/how-alan-moore-transformed-american-comics.html



[1] El óbolo supone 1/6 de dracma.

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