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De esclava bacante a matrona modelo

 

Todo el mundo ha oído hablar alguna vez de las Bacanales, aunque de ellas se tenga una imagen un tanto distorsionada y siempre tendente a la mera orgía etílica y sexual. Hasta el diccionario de la Real Academia Española mantiene esta idea en sus definiciones:

Bacanal: 1. Dicho de ciertas fiestas de la Antigüedad: Celebradas en honor del dios Baco. 2. Perteneciente o relativo al dios Baco. 3. Orgía con mucho desorden y tumulto.

Orgía: 1. Reunión de personas en la que se practica sexo sin moderación y, generalmente, se consume alcohol y otros estimulantes. 2. Exceso o gran abundancia de algo.

 

Óleo, 1889. Fragmento de la obra “Procesión báquica, con ménades danzantes y músicos”, de Lawrence Alma Tadema. Conservado en el Kunsthalle de Hamburgo (imagen de https://historia.nationalgeographic.com.es/medio/2013/05/14/album_alb1788970_2000x1367.jpg)
 

Dicha imagen no es actual, pero sí cuenta con una larga tradición formada en una idea “romántica” y falta de investigación muy típica en el s. XIX, y que en cierto modo bebe de la iconografía pagana que se ha conservado, aunque sin entender muy bien su mensaje y con más interés en mostrarla como un modelo decadente e inadecuado que no se debe seguir.

 

Mármol (ca. 140-160 d.C.), 204 x 510 x 66 cm. Sarcófago con escena de una bacanal, perteneciente a la Colección Farnese y conservado desde 1870 en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles (imagen de http://ancientrome.ru/art/artwork/sculp/rom/headstone/sc0197.jpg)
 

Quizás el gran público interesado en programas culturales tenga una imagen más reciente sobre las bacanales gracias a la serie-documental de Movistar “El corazón del Imperio”, en la que se recuerda el nombre de una mujer en particular vinculada a estos rituales: Hispala Fecenia. Esta mujer, de la que tenemos noticia, es uno de los personajes olvidados por la historiografía y la memoria colectiva, casi siempre volcada en el relato de grandes episodios políticos y militares, protagonizados en su mayoría por varones de la élite social. Para aquellos que no hayan visto ese capítulo de la serie o quieran profundizar en el conocimiento de Hispala, desde Salve, Qvirites tratamos un poco su relato histórico, iniciando así una nueva sección, sin duda llena de futuras e interesantes publicaciones 😉.

Nos ubicamos en la colina Aventino durante el s. II a.C., en torno al año 191. Allí vive Hispala[1], quien sin duda ha tenido una vida terrible como esclava forzada a la prostitución[2], y a pesar de alcanzar la libertad mediante manumisión tras la muerte de su dueño[3], siguió ejerciendo como prostituta (o cortesana en el vocabulario suave). En un momento determinado, entró en contacto con un joven llamado Publio Ebucio, quien sin duda buscaba sus servicios, aunque ambos terminaron siendo amantes; Hispala debía de estar profundamente enamorada y segura de su relación, pues llegó incluso a nombrar a Ebucio como su único heredero.

Ebucio era un miembro de los equites; su rango (ordo equester) le venía por ser hijo de un combatiente de la caballería caído en combate contra las tropas de Aníbal. Sin padre, Ebucio quedó bajo la tutela de su madre, Duronia, hasta que ella se desposó con Tito Sempronio Rútilo, otro caballero que tomó en posesión la herencia de Ebucio. Lógicamente, y según se acercaba su mayoría de edad, el conflicto por la herencia parecía asegurado, y para reducir la tensión, Duronia pensó en fortalecer vínculos con su hijo iniciándole en el culto a Baco, cumpliendo así una promesa hecha al dios por haber salvado la vida del pequeño cuando cayó enfermo. Sin embargo, cuando Hispala supo que Ebucio acudiría durante varias noches a las Bacanales[4], cundió en ella el pánico; incluso llegó a revelarle un secreto: en su anterior vida como esclava, su dueño/a había iniciado a Hispala en los ritos báquicos, y para ella representaban una enorme bajeza moral, máxime si los afrontaba un varón de la élite social. La ecuación parecía tener sentido: si Ebucio asistía a las Bacanales, su reputación pública se haría añicos, perdiendo todos sus bienes a favor de Duronia y Rútilo. Las sospechas de Hispala se confirmaron cuando Ebucio dijo a su madre que no asistiría a los rituales de Baco, tras lo cual fue echado de casa[5].

Refugiado en el hogar de su tía paterna, una respetable mujer de nombre Ebucia, se le aconsejó que denunciase el caso ante el cónsul Espurio Postumio Albino. Aunque había alcanzado la máxima magistratura, Albino era un patricio con una mancha de deshonor en su familia[6], y consideró que el relato de Ebucio contra las Bacanales sería una oportunidad perfecta para recuperar la dignidad, como así le confirmó su suegra, la intachable Sulpicia.

Primero se reunió con Ebucia, y a continuación con Hispala. Tito Livio, que a veces se mueve entre la veracidad de los hechos y la belleza del lenguaje, describe el momento de una forma dramática y grandilocuente: Hispala se debate entre la obediencia a la máxima autoridad de Roma y su juramento de guardar silencio sobre las Bacanales, cuya ruptura implicaría el castigo divino. Tras prometerle protección, Hispala confesó ante Albino.

 

Fresco, ca. 1880. “La liberta Fecenia Hispala denuncia la asociación de las Bacanales”, de Cesare Maccari. Perteneciente a la colección del Palacio de Justicia y conservado en la Corte Suprema di Cassazione, Roma (imagen de https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/c/c0/Cesare_Maccari_-_La_liberta_Fenenia_Ispala_denuncia_l'associazione_dei_Baccanali.jpg/1280px-Cesare_Maccari_-_La_liberta_Fenenia_Ispala_denuncia_l'associazione_dei_Baccanali.jpg)
 

Los rituales se celebraban tres veces al año[7], y en origen estaban reservados exclusivamente a las mujeres, hasta que una sacerdotisa de Campania, llamada Annia Pacula, inició a sus propios hijos[8] por inspiración divina y multiplicó las ceremonias a cinco por mes, pero siempre de noche. Este fragmento de Livio es muy elocuente:

Desde que los ritos eran promiscuos y se mezclaban hombres y mujeres, no había delito ni inmoralidad que no se hubiera perpetrado allí; eran más numerosas las prácticas vergonzosas entre hombres que entre hombres y mujeres. Los reacios a someterse al ultraje eran inmolados como víctimas. Los hombres, como posesos, hacían vaticinios entre frenéticas contorsiones corporales; las matronas, ataviadas como bacantes, con el cabello suelto, corrían hasta el Tíber con antorchas encendidas y las sacaban del agua con las llamas intactas porque contenían azufre vivo y cal. Era una multitud muy numerosa, y entre ellos algunos hombres y mujeres de la nobleza.

Los lectores habrán notado las palabras en negrita que hemos querido resaltar, y que son precisamente aquellas que más alarma despertaron entre los aristócratas romanos:

  1. Prácticas vergonzosas entre hombres: en esencia, Livio nos está hablando de sodomía, sin ningún problema para los romanos siempre y cuando no fueses la parte pasiva en la relación. Pero más allá de esto, se está hablando de un delito de estupro, es decir, una profanación sexual perpetrada sobre cuerpos amparados o protegidos por el Derecho[9].  
  2. Inmolación como víctimas: directamente se nos habla del asesinato de todos los reacios a las Bacanales, ofrendados como sacrificios para Baco. 
  3. Vaticinios: no es que la religión romana fuese reacia a los mensajes divinos a través de prodigios y vaticinios, siempre y cuando se realizasen de una forma oficial, por los cultos y sacerdocios permitidos por el Estado. 
  4. Ataviadas como bacantes y llamas intactas: las mujeres desinhibidas de las Bacanales son todo lo opuesto al modelo de matrona romana (quieta, callada, sosegada, virtuosa…), y además realizan actos más propios de brujas y hechiceras. 
  5. Hombres y mujeres de la nobleza: sin duda esto representaba el mayor de los peligros para la élite defensora de la tradición y los valores republicanos, pues las nuevas generaciones amenazaban con ser influenciadas por nuevos valores en ritos secretos que escapaban al control del poder establecido y amenazando con crear un “Estado dentro del Estado”.

Postumio actuó de inmediato exponiendo el caso ante el Senado, y los senadores, aterrorizados, le solicitaron a él y a su colega, Quinto Marcio Filipo, que investigaran las Bacanales; de seguro a muchos patricios no les gustaría saber que a sus hijos, perdonen la expresión, les estaban “dando por culo”, que la noche es oscura y alberga horrores. Tras cinco años de indagaciones, las conclusiones eran terribles: transgresión de las leyes civiles, religiosas y morales, fomento de la sodomía, estafa, falsificación y asesinato, y posibilidad de conspiración contra la República. Como resultado, se aprobó inmediatamente un Senatus Consultum de Bacchanalibus en el 186 a.C.; en el decreto senatorial se hablaba de una conjura perpetrada por seguidores de un culto extranjero, siendo las mujeres el principal “origen del mal” que corrompía y afeminaba a los hombres, y se cifró a los implicados en unos 7000 solo en Roma[10]. Las medidas a tomar, anunciadas por el propio Albino ante la asamblea de ciudadanos, fueron las siguientes:

  • Se ofrecieron recompensas para quienes delatasen a los adeptos de Baco. 
  • Los sospechosos serían citados a declarar, y quienes se negasen pasarían a ser considerados rebeldes. 
  • Todos los que profanaron sus cuerpos fueron presos de pena capital, ejecutada públicamente; en el caso de las mujeres vinculadas a un padre, marido o tutor, fueron entregadas a sus familias para ser eliminadas discretamente, en el seno del hogar. Si creemos a Livio, seis mil personas (de las siete mil detenidas[11]) fueron ejecutadas.
  • Las Bacanales pasaron a estar bajo control de los pontífices.
  • Obligatoriedad en solicitar permiso previo para la celebración de bacanales, so pena de muerte. 
  • Veto para el acceso masculino al sacerdocio de Baco y restricción de las reuniones a un máximo de dos hombres y tres mujeres. 

 

Siglo II d.C. Interior del templo de Baco en Baalbek, Líbano, (imagen de https://historia.nationalgeographic.com.es/medio/2013/05/14/xkh_232083_2000x1500.jpg)

Según acredita el Plebiscitum de P. Aebutio et de Faecenia Hispala (Liv. XXXIX, 19, 3-6), Ebucio e Hispala recibieron cada uno por su colaboración 100 mil ases de bronce (suficiente para favorecer su ingreso en el orden senatorial) tomados del tesoro público. En el caso de Ebucio, obtuvo una vacatio ecuestris militae, es decir, una distinción propia de los veteranos (como si ya hubiese servido en la milicia) que le confería 10 años de ventaja sobre los demás jóvenes de su clase para acceder a una magistratura[12], así como el derecho de no servir en el ejército contra su voluntad ni que el censor le asignase el caballo público; por otro lado, Hispala obtuvo los siguientes privilegios:

  1. Gentis Enuptio: derecho a casarse con un ingenuus de otra gens sin que implicase vergüenza social para el posible marido.  
  2. Optio tutoris: derecho a elegir el tutor que preceptivamente debía tener toda mujer para autorizar su matrimonio. 
  3. Datio y deminutio: derecho a disponer libremente de sus bienes sin depender del tutor. 
  4. Ingenuo nubere: derecho a que su descendencia fuese considerada legítima.

Todo esto otorgaba a Hispala la condición de matrona romana nacida libre, pero con una mayor independencia que la media, una situación inmejorable que una mujer de la época difícilmente podría rechazar. Varios investigadores han cuestionado la veracidad de estos privilegios, como Mommsen, quien aseguró que la gentis enuptio era un caso excepcional porque implicaba que una mujer sui iuris podría casarse fuera de su propia gens, acto que hubiese requerido la aprobación de los tutores, un acto legislativo, voto popular o equivalente; para otros en cambio demuestra que los matrimonios entre nacidos libres y libertos eran válidos, aunque reprobados por las costumbres sociales.

Pero, ¿eran ciertas todas las acusaciones descritas por Livio? Resulta extremadamente difícil afirmarlo, teniendo en cuenta que es Livio la única fuente que describe este suceso, y además sobre un rito mistérico que, por su propia naturaleza, no ofrecía detalles sobre su modus operandi a la esfera pública; como máximo tenemos las referencias que nos proporciona Plauto en sus comedias, donde las Bacanales son descritas como una secta criminal y violenta. Lo poco que sabemos sobre las Bacanales o Misterios Dionisíacos (homólogo griego) es que se usaba la música, la danza y algunos alucinógenos como catalizadores de un trance que permitiría a los usuarios tornar a un estado natural, incluyéndose las procesiones nocturnas a la luz de antorchas, libaciones y bailes espasmódicos.

Las declaraciones de una presionada Hispala, a falta de más pruebas o testigos para certificar su veracidad, perfectamente podrían haber sido un montaje político que justificase la persecución. Tampoco hay forma de demostrar dicho montaje, pero la motivación política existía, y el decreto contra las Bacanales del 186 a.C. no fue el pistoletazo de salida de la preocupación senatorial. Como consecuencia del terror y la desmoralización generados por las sucesivas victorias de Aníbal en Italia, la población rural refugiada en Roma se volcó desesperada hacia los cultos extranjeros, y allí, especialmente en la colina plebeya del Aventino[13], prosperaron. A esto se suma que la mortalidad catastrófica y el esfuerzo activo causados por la Segunda Guerra Púnica en la población masculina devino en cierta autonomía por parte de las mujeres, que debían administrar los bienes del hogar y ejercer autoridad sobre los hijos mientras sus esposos y padres permanecían en el frente o morían en combate[14]. Y por si esto no fuera suficiente, las Bacanales gozaban de un gran apoyo popular, sobre todo entre las clases bajas y los marginados[15], porque tenían un carácter igualador y creaban sensación de libertad, invirtiéndose los roles sociales, y ese era el mayor temor de las autoridades romanas, que jóvenes patricios y caballeros estuviesen a la par con plebeyos, libertos y esclavos, resquebrajándose así los tres pilares de la moral tradicional: Virtus[16], Pietas[17] y Fides[18]. Más tarde o más pronto, algún plebeyo podría tomar conciencia de que no había diferencia entre ambos y que los poderosos no merecían la posición que ocupaban.

 

Apéndices:

Ofrecemos aquí el texto íntegro en latín y su traducción al castellano del decreto contra las Bacanales[19], afortunadamente conservado:

 

Bronce, 186 a.C. Tabula aenea del decreto, descubierta en 1640 en Tiriolo (Calabria), hoy conservada en el Kunsthistorische Museum de Viena (imagen de  https://i0.wp.com/ff.classics.si/wp-content/uploads/2017/02/r15-080-senatus-cons-de-bacch.jpg?ssl=1)
 

Transcripción del texto legal en latín[20]:

(1) [Q(uintus)] Marcius L(uci) f(ilius), S(purius) Postumius L(uci) f(ilius) co(n)s(ules) senatum consoluerunt n(onis) Octob(ribus), apud aedem (2) Duelonai. Sc(ribundo) arf(uerunt) M(arcus) Claudi(us) M(arci) f(ilius), L(ucius) Valeri(us) P(ubli) f(ilius), Q(uintus) Minuci(us) C(ai) f(ilius)

De Bacanalibus quei foideratei (3) esent, ita exdeicendum censuere:

«Neiquis eorum [B]acanal habuise velet. seiques (4) esent, quei sibei deicerent necesus ese Bacanal habere, eeis utei ad pr(aitorem) urbanum (5) Romam venirent, deque eeis rebus, ubei eorum v[e]r[b]a audita esent, utei senatus (6) noster decerneret, dum ne minus senator[i]bus C adesent, [quom e]a res cosoleretur. (7) Bacas vir nequis adiese velet ceivis Romanus neve nominus Latini neve socium (8) quisquam, nisei pr(aitorem) urbanum adiesent, isque [d]e senatuos sententiad, dum ne (9) minus senatoribus C adesent, quom ea res cosoleretur, iousisent.

Ce[n]suere.

(10)| sacerdos nequis uir eset. Magister neque uir neque mulier quisquam eset. (11) neve pecuniam quisquam eorum comoine[m h]abuise velet. Neve magistratum, (12) neve pro magistratu[d], neque virum [neque mul]ierem qui[s]quam fecise velet. (13) Neve post hac inter sed conioura[se nev]e comvovise neve conspondise (14) neve conpromesise velet, neve quisquam fidem inter sed dedise velet. (15) Sacra in [o]quoltod ne quisquam fecise velet. Neve in poplicod neve in (16) preivatod neve exstrad urbem sacra quisquam fecise velet, nisei (17) pr(aitorem) urbanum adieset, isque de senatuos sententiad, dum ne minus (18) senatoribus C adesent, quom ea res cosoleretur, iousisent.

Censuere.

(19) Homines plous V oinvorsei virei atque mulieres sacra ne quisquam (20) fecise velet, neve inter ibei virei plous duobus, mulieribus plous tribus (21) arfuise velent, nisei de pr(aitoris) urbani senatuosque sententiad, utei suprad (22) scriptum est.»

Haice utei in coventionid exdeicatis ne minus trinum (23) noundinum, senatuosque sententiam utei scientes esetis, eorum (24) sententia ita fuit: «Sei ques esent, quei arvorsum ead fecisent, quam suprad (25) scriptum est, eeis rem caputalem faciendam censuere». atque utei (26) hoce in tabolam ahenam inceideretis, ita senatus aiquom censuit, (27) uteique eam figier ioubeatis, ubei facilumed gnoscier potisit. Atque (28) utei ea Bacanalia, sei qua sunt, exstrad quam sei quid ibei sacri est, (29) ita utei suprad scriptum est, in diebus X, quibus vobeis tabelai datai (30) erunt, faciatis utei dismota sient.

In agro Teurano.

 

Traducción

Quinto Marcio, hijo de Lucio, y Espurio Postumio, hijo de Lucio, consultaron al Senado en las nonas de Octubre, junto al templo de Bellona. Marco Claudio, hijo de Marco, Lucio Valerio, hijo de Publio, y Quinto Minucio, hijo de Cayo, estuvieron presentes en el acto de redacción y escritura. Sobre las Bacanales de aquellos que fuesen federados, así se votó determinar:

Nadie de ellos puede celebrar Bacanales. Si hubiese algunos que dijesen que les era necesario celebrar estas fiestas Bacanales, que vengan ellos a Roma ante el pretor urbano, y que nuestro senado decida sobre ello una vez que haya escuchado sus palabras, y siempre que no menos de cien senadores estén presentes cuando este asunto sea discutido. Ningún hombre sea bacante, ni un ciudadano romano, ni ninguno de los de nombre latino, ni ninguno de los otros aliados, sin que haya venido antes ante el pretor urbano y éste, de acuerdo a la sentencia del senado, lo haya concedido, una vez haya sido discutido ese asunto y siempre que no haya menos de cien senadores presentes en este acto.

Se vota.

Que nadie ejerza la función de sacerdote; que nadie, ya sea hombre o ya sea mujer, sea maestro de ceremonias. Que nadie recaude dinero común; que nadie, ya sea hombre, ya sea mujer, sea magistrado o haga de magistrado; que nadie conspire, que nadie se reúna, ni se comprometa, ni haga pactos; que nadie celebre ritos en oculto. Ni en lugar público ni en privado, ni siquiera fuera de la ciudad, podrá llevarse a cabo rito alguno, a no ser que previamente se hayan personado ante el pretor urbano que junto al Senado podrá dictaminar sobre ello, y siempre que estuvieran presentes no menos de cien senadores cuando este asunto sea tratado.

Se vota.

Nadie en grupos de más de cinco personas juntas, hombres y mujeres, puede celebrar ritos, ni puede haber entre ellos más de dos hombres y más de tres mujeres, excepto con la sanción del pretor urbano y del senado, como se ha escrito antes.

Esto se proclama en asamblea y es sancionado por el Senado, que en no menos de tres nundinas, para los que fueran conocedores, la condena sea así: “Si hay alguien que actúa de manera contraria a lo que está escrito arriba, será condenados a la pena capital”; y además el Senado decreta que esto sea inciso en una tabla de bronce y ordena que sea fijada esta tabla donde se pueda conocer más fácilmente. Se falla que hagáis que las cofradías de la Bacanales, si las hay, excepto en lo que haya de sagrado, tal como está escrito anteriormente, se disuelvan en diez días desde que esta tabla sea entregada.

En el campo Teurano.

 

Fuentes:

Plauto: Comedias (Gorgojo, El ladino cartaginés, Tres monedas, Truculento…).

Polibio: Historia.

Tito Livio: Historia de Roma desde su fundación.

Bibliografía:

Bayet, J. (1969): Histoire politique et psychologique de la religion romaine, Paris, Payot.

Burket, W. (1992): Les cultes à mystères dans l’Antiquité, Paris, Les Belles Lettres.

Castillo, A. del (1996): “Notas sobre los privilegios concedidos a Publio Ebucio y Fecenia Híspala”, L’Antiquité Classique, 65, 71-80.

Cid López, R. M. (2007): “Desviaciones religiosas y violencia contra las mujeres en la Roma antigua. El episodio de Bacchanalia”, en Molas i Font, M. D. (coord.), Violencia deliberada. Las raíces de la violencia patriarcal, Barcelona, Icaria, 135-150.

Fernández Vega, P. A. (2018): Bacanales. El mito, el sexo y la caza de brujas, Madrid, Siglo XXI.

Marcos Casquero, M. A. (2004): “Plauto y el dios de la libertad y del vino. Líber-Dioniso-Baco”, Minerva, 17, 103-124.

Nousek, D. L. (2010): “Echoes of Cicero in Livy’s Bacchanalian Narrative (39.8-19)”, The Classical Quarterly, 60, 1, 156-166.

Pailler, J-M. (2005): “Les Bacchanales. Du scandale domestique à l’affaire d’État et au modèle pour les temps à venir (Rome, 186 av. J.-C.)”, Politix, 3, 71, 39-59.

Pérez Negre, J. (1998): “Esclavas, semilibres y libertas en época imperial. Aspecto sociojurídico”, en Noguera Borel, A. y Alfaro Giner, C., Actas del primer seminario de estudios sobre la mujer en la antigüedad, Valencia, Universitat de València, 137-160.

Robert, J-N. (1999): Eros romano. Sexo y moral en la Roma antigua, Madrid, Complutense.

Schmitt Pantel, P. et alii (2006): Historia de las mujeres en Occidente, I, La antigüedad, Madrid, Taurus.

Smethurst, S. E. (1950): “Women in Livy’s ‘History’”, Greece and Rome, 19, 56, 80-87.

Vallejo Pérez, G. (2015): “El consumo del vino en el mundo romano”, Anuario de la Facultad de Derecho (Universidad de Alcalá), 7, 211-226.



[1] El nombre podría ofrecernos una pista de su procedencia, tal vez siendo originaria de Hispania en general o de Hispalis (Sevilla) en particular.

[2] Tito Livio se refiere a ella como scortum nobile libertina o “acompañante noble libertina”.

[3] Ignoramos si fue por decisión testamentaria o comprando la manumisión con sus ahorros. Las versiones difieren, y hasta se la hace esclava de Annia Pacula, sacerdotisa de gran interés en esta publicación.

[4] Llevaba preparándose durante varios días, recurriendo a la abstinencia sexual.

[5] Se suele considerar que el joven Ebucio tenía en aquel entonces unos 17 años.

[6] Su padre había sido derrotado por los galos de forma humillante.

[7] Las primeras lunas llenas de enero y marzo, y también a mediados de marzo.

[8] Los jóvenes debían ser menores de 20 años porque así eran más permeables a las influencias de Baco.

[9] A los romanos no les importaba el género en una relación sexual, sino la condición jurídica; así pues, no se aprobaba mantener relaciones con menores, con mujeres vinculadas a otros ciudadanos romanos, o que un liberto o esclavo fuese la parte activa en una relación con un patricio, por ejemplo.

[10] La represión fue especialmente dura en el sur de Italia, es decir, la tradicional Magna Grecia, el lugar más propicio para la expansión de influencias y cultos extranjeros, sobre todo griegos, pero también donde las lealtades a Roma fueron bastante ambiguas durante la presencia de las tropas de Aníbal.

[11] Se ignora el destino de Annia Pacula, pero su hijo Minio Cerrino fue desterrado a Ardea. También fueron arrestados líderes plebeyos como Marco y Cayo Atinio y el falerio Lucio Opiterio, entre otros.

[12] Según detalla Polibio (VI, 19, 4), nadie podía ser investido de magistratura sin haber cumplido diez años íntegros de servicio militar.

[13] En especial el bosque de Estímula (identificada con la griega Semele), entre los pies de la colina y la puerta Trigémina.

[14] Prueba de este escenario lo acredita la manifestación de mujeres del 195 a.C. que pedía la derogación de la Lex Opia, la cual restringía el uso público de vestimenta de lujo, joyería y carruajes a las mujeres.

[15] Aquellos con levitas animi, o mentes volubles, como se solía decir.

[16] La virtud asociada con la valentía, pero también con la justicia, la prudencia y la templanza).

[17] Sentido de la fe.

[18] Lealtad.

[19] CIL X, 104 = CIL I, 581 = AE 2000, 25 = AE 2005, 120 = AE 2005, 121 = AE 2006, 21.

[20] Los números entre paréntesis marcan la línea del texto en la tabla de bronce.

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