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Help me, Forculus!

Hasta la actualidad han trascendido las deidades romanas más famosas, las que el gran público identifica como fruto de la aculturación con el panteón griego. Sin embargo, para los romanos más conservadores, los más amantes de la tradición, los verdaderos dioses no eran esos, sino aquellos que existían en el día a día desde los orígenes de Roma, los dioses indigetes (“indígenas”).

Nos encontramos ante un vergel para el estudio, pues hablamos de cientos y cientos de dioses y diosas, imposibles de memorizar en su totalidad. No eran todopoderosos, pero en su conjunto sí eran omnipresentes, pues su función se limitaba, previa oración contractual de una persona, a cumplir un acto determinado. En ese sentido, estas divinidades suponen la encarnación de las “potencias”, es decir, las acciones que acompañaban a las personas desde el mismo momento de su concepción y hasta la muerte. Si alguien intentase pedirle a una de estas deidades una acción diferente a la que encarnaba, simplemente no tenía poder para ello, ni siquiera existencia, lo que explica que estos dioses originales de Roma fueran desapareciendo lentamente (por desuso o asimilación) a favor de entidades mucho más “presentes”, “poderosas”, de uso múltiple en suma.

 

Adelantamos una pista del tema de este artículo mostrando las puertas del denominado "templo del divino Rómulo" (también consagrado a Júpiter Stator o a los Penates, según se mire). Sí, son las puertas originales de bronce (imagen de https://www.italysbestrome.com/wp-content/uploads/2015/04/door-Temple_ofRomulus_Doors_7336.jpg)

 

Así, los dioses indigetes representan un acercamiento idóneo a la “mentalidad mágica” de los romanos, en la que una presencia sobrenatural siempre era necesaria en cada acto que se realizase; eso sí, siempre y cuando fuese eficaz. Ya lo hemos mencionado: se trata de una relación contractual con el dios o diosa de turno, un do ut des: si la deidad atiende el ruego de una persona, entonces cumplirá la promesa de hacer ofrendas, sacrificios, mantener una veneración…

Prueba de la gran calidad histórica que ofreció la serie de la HBO, “Roma” (2005), es que por primera vez se nos mostraba desde el género “péplum” a dioses desconocidos del mundo romano y ajenos al celuloide. En el capítulo uno de la primera temporada, un Tito Pullo encerrado por insubordinación en la batalla, lanza plegarias a Fórculo, que aquí os recordamos:

 

Versión original: “Forculus, if you be the right god for the business here, I call on you to help me. If you will open this door I will kill for you a fine white lamb, or failing that, if I couldn't get a good one at a decent price then six pigeons”.

Versión doblada al castellano: “Fórculo, si eres el dios propicio para esto, te pido que me ayudes. Si abrieras esta puerta, yo mataría para ti un buen cordero, o si no fuera posible, si no lo hallara a un precio justo, pues seis palomas”.

 

Fragmento de la mencionada escena, con la genial interpretación de Ray Stevenson (imagen de https://www.tumgir.com/tag/titus%20pullo)

 

Y en cuestión de dos segundos, el bueno de Fórculo, como si de un servicio de reparto exprés se tratara, ayuda a Pullo: la puerta de la prisión se abre y el segundo centurión Lucio Voreno le ofrece trabajar con él en la recuperación del águila (estandarte) robada de César, a cambio del perdón de su condena. Pullo solo puede reír a carcajadas ante la suerte que le ha brindado el dios.

¿Qué sentido tenía rezar a Fórculo en este contexto? ¿Quién es esta deidad? La pista nos la da su nombre, que procede del latín Foras, es decir, palabra con la que los romanos se referían a la cerradura/cerrojo de una puerta (porta) ya fuese en madera o hierro. Como puede apreciarse, el rezo de Pullo es sumamente preciso y respetuoso con la tradición, pues simplemente pide al “dios de las cerraduras” que abra la puerta de la celda, solo que la abra. ¿Por qué un rezo tan preciso? Para los que no lo sepan, las puertas representan un elemento religioso de mucha importancia para los romanos, lo suficiente como para concederles hasta tres dioses indigetes supeditados a Jano:

  • Forculus o Foriculus solo se ocupaba de los cerrojos, de la capacidad de abrir o cerrar la puerta. 
  • Cardea o Cardinea también tenía su papel, pues se encargaba de los goznes (cardo) de la puerta, sin los cuales no se podría mover. 
  • Limentinus, en cambio, tenía como función la protección del umbral (limen) y marco de la puerta, que marcaba la división entre los espacios interior y exterior. Era bastante popular, al ser invocado para evitar visitas inesperadas, u obtener protección física/espiritual, especialmente la de los niños.

 

Reconstrucción del mecanismo de apertura y cierre de una cerradura romana, según el hallazgo de la misma en Augusta Raurica (imagen de Fernández Ibáñez, 1999, 114)

 

Esta información nos la facilitó un autor tardío y cristiano, San Agustín de Hipona (CD, IV, 8), para criticar lo que consideraba como supersticiones paganas:

“Tiénese por bastante un solo portero para la casa, a causa de que este portero es un hombre y los idólatras constituyeron tales a tres dioses. Han puesto al dios Fórculo a la puerta; la diosa Cardea a los goznes y al umbral al dios Limentin, no siendo capaz el dios Fórculo de guardar a un tiempo mismo la puerta, los goznes y el umbral de la dicha puerta”.

Como venimos diciendo, Pullo no reza en un acto de arrepentimiento por su insubordinación, ni busca cambiar de comportamiento o evitar la prisión en el futuro, más propio de una mentalidad cristiana; a su juicio actuó correcta y orgullosamente. En realidad él necesita un favor (salir de la prisión) y a cambio ofrece el favor de conceder reconocimiento y respeto a un dios necesitado de ambos. La cuestión más seria en este trato sería el incumplimiento de la promesa de ofrendas; ese es un umbral por el que muchos romanos y romanas no estarían dispuestos a pasar.

Pero existe un pequeño inconveniente en esta escena. Es plausible interpretar que entre la plebe, y entre los legionarios romanos, estos dioses fuesen objeto de veneración; el problema es la época. Nos encontramos concretamente en el final de la guerra de las Galias, es decir, la crisis final de la República, o para otros estudiosos, en una “época clásica” romana, y son precisamente estos estudiosos los que afirman que los dioses indigetes solo sobreviven en el campo del derecho de los pontífices, o como objeto de interés para intelectuales como Varrón, autor que además fue usado como fuente por los autores cristianos que citamos más abajo. Si aceptamos esa afirmación, entonces el grueso de la población, inclusive Tito Pullo, se movía dentro de los cultos oficiales mayoritarios, y muchos sin duda habrían olvidado a estos dioses arcanos. No obstante, a nuestro juicio consideramos la posibilidad, aunque sea remota, de que elementos de la plebe siguiesen mostrando veneración por estas divinidades a finales del s. I a.C., sobre todo si extrapolamos el ejemplo (salvando las distancias) de la progresión del Cristianismo durante el Alto y Bajo Imperio, y que desde luego no supuso la eliminación sistemática de las tradiciones y divinidades paganas entre la mayoría de la población hasta mucho tiempo después de la instauración de este nuevo culto como religión oficial del Estado romano. A fin de cuentas, la palabra “pagano” procede del latín pagi, término usado para referirse a los “campesinos”. ¿Y a qué se dedicaba la mayoría de la población en el Bajo Imperio?

 

Fuentes:

(San) Agustín de Hipona: De civitate Dei.

Tertuliano: De Idolatria; Libri duo ad Nationes; De Corona Militis; Adversus Gnosticos Scorpiace.

Varrón: De lingua latina.

Bibliografía/Diccionarios:

Fernández Ibáñez, C. (1999): "Cerrajería romana", Castrelos, 12, 97-140.

Grimal, P. (1981): Diccionario de mitología griega y romana, Barcelona, Paidós.

Klinghardt, M. (1999): "Prayer Formularies for Public Recitation. Their Use and Function in Ancient Religion", Numen, 46, 1-52. 

Lipka, M. (2009): Roman Gods. A Conceptual Approach, Leiden/Boston, Brill.

Perfigli (2005): Indigitamenta. Divinità funzionali e funzionalità divina nella religione romana, Pisa, ETS. 

(1992): Lexicon Iconographicum Mythologiae Classicae, Artemis Verlag Zürich und München, Switzerland.

(1965): W. H. Roscher. Lexikon der Griechischen und Römischen Mythologie, Georg Olms Hildesheim, Leipzig.

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